Enredados en
redes
La relación lenguaje, sujeto, discurso, cultura,
sociedad, cobran importancia para saber en qué redes no involucramos y en cuáles, no. De lo contrario, viviremos
enredados, hinchados de datos, aturdidos de información y huérfanos de
conocimiento.
Como sujetos cibernéticos que navegamos por los
confines del ciberespacio, debemos evitar quedar entrampado en algunas de sus
catacumbas repletas de nichos de hastío, de agotamiento, de estrés, que
fragmentan el decir-hacer. Hay que evitar pasar de las miradas reales de la
vida a hurtadillas a las vidas enredadas en redes virtuales.
En la era del
cibermundo, los sujetos cibernéticos se encuentran hiper conectados,
hiperactuando entre sí en redes de
expansión masiva: Twitter, Facebook, Google +, WassApp, las cuales
si no se asumen con estrategia bien definida, nos enredan con sus vueltas y
revueltas de datos e informaciones.
Hay que saber desenredarse entre las redes para
visualizar redes específicas, puntuales en áreas comunes a nuestros
perfiles, como son los casos de redes de
profesionales, laborales de eje temático:
LinkedIn y Flickr. Esto no excluye la fascinación y aperturas a
las redes expansivas, que son plurales, de encuentros y desencuentros, y por
ser las más genéricas, nos pueden asfixiar con sus flujos de datos e
informaciones. Por eso, en el ciberespacio, las comunidades virtuales y de
intereses comunes juegan un papel fundamental que nos evitan ahogarnos en esas
navegaciones.
Las redes nos permiten definirnos y redefinirnos en
ese espacio virtual, pero también pueden enredarnos e hiperenredarnos, conduciéndonos a un estrés crónico, como
resultados de la no selectividad en datos e informaciones, los cuales
son pasos fundamentales para la obtención de conocimiento por parte del
sujeto, que los va adquiriendo en la medida en que fragua esos datos e informaciones
a proceso reflexivo, crítico y sistemático, pasando con
los años de la vida a la sabiduría, que es el último eslabón de la pirámide del
pensamiento.
Se puede navegar por los confines del ciberespacio,
dejando y cogiendo, de manera ágil, sin agotamiento, con estrategia de
descanso, de relajamiento, para no enredarnos y ser víctimas de la ciberadicción.
Se puede asumir dicha navegación entre actividad de trabajo y diversión, sin
caer en la degradación, en un esponjoso
de la información y en un despojo de formación, de conocimiento y sabiduría.
En estos tiempos hemos pasado de la conectividad del
mundo a la hiperconectividad del cibermundo, porque estamos diseminados en
complejas redes sociales, de espacios virtuales con angostos espacios reales,
vamos por la vida seleccionados informaciones, que muchas de las veces no tienen
salida para procesar conocimiento.
Para el sujeto
cibernético, que anda por los vericuetos del ciberespacio, las redes cobran
sentido si se sabe qué se anda buscando y qué desechamos, por lo que es de
salud no vivir enredados y saber dónde entramos.
El comprender el funcionamiento de las redes, su
intensidad, aceleramientos e interactividad, es ir contra enredos que nos atrapan
en sus garras virtuales. En las redes, la creatividad, la innovación son de
suma importancia, como lo ha estado haciendo una franja de los nativos
digitales, que han creado espacios virtuales como estrategia que apunta a la
participación e integración social,
cultural y política (ciberpolítica), que apuntan a las transformaciones de los espacios reales
de la sociedad.
La hiperconectividad, que nos hace volar por los
confines del ciberespacio no puede saturarnos de datos, que son simulacros,
musarañas virtuales que pueden apuntar a
informaciones, que no son de utilidad para la elaboración de conocimiento por y para la vida, en cuanto
a una ética de saber vivir bien, no solo de darse buena vida.
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