Hoy vivimos en un mundo donde existe un
capitalismo de casino, pero de movilidad turística, ya que se pasea por los
países donde la prima de riesgo no le afecta, se va en donde anida su vida
chupando siempre sangre como vampiro, creando una prima de riesgo insostenible,
deja secuelas de deudas, desempleo y altos impuestos.
Este capitalismo ha provocado despilfarro,
creando bancos comerciales y de inversiones a la misma vez, bajo una misma edificación.
El primero, el banco comercial, le da
sensación de seguridad a los ciudadanos consumistas y conservadores y el
segundo le ofrece champán y vino a los sujetos bancarios, seductores e
inductores para que los demás sean los sujetos endeudados de por vida y para la
vida con el dinero de los ciudadanos consumistas.
El capital turístico no necesita echar raíces
en ningún país del mundo, tiene el cibermundo o el mundo digital para ir
moldeando una nueva forma de control político. La forma de control social digital
ya no se da en una empresa, escuela, hospital o en una determinada institución
pública o privada, sino que con una simple tarjeta de crédito pertenecemos a la
nueva forma de control social, de poder digital, para no hablar de las
hipotecas o otros dispositivos de control.
Ese capital turístico te crea una burbuja de
prosperidad, te pone a bailar en la alfombra mágica por una década o dos
décadas, luego de repente te encuentras con que no hay la alfombra y te
precipitas hasta lo más profundo de la tierra. Carlos Marx llegó a decir
que el capital no tiene patria, no le interesa preservar naciones, regiones,
costumbres y seres humanos. Grecia, Portugal y España son estándar de la vuelta
y revuelta que manifiesta el capitalismo de turismo en la era del cibermundo.
Cuando se vive bajo el capital de turismo,
bañado de inversiones, de corrupciones, de progresos, de macroeconomía estable,
de capacidad de endeudamiento, todo va como Dios manda. La burguesía y los
altos funcionarios del gobierno viven en el Paraíso, gozando de la dolce vita, mientras la clase media vive
en el Purgatorio y los pobres viven siempre en la puerta del Infierno. Cuando
se va ese capital de pose turístico a otros lugares, se hunden en el aquel infierno tanto la clase media como los pobres
a quienes les queda únicamente aquella puerta.
Como siempre, toda inversión es buena pero para
los bancos, pero para la gente, no, y es la de nunca acabar pues se corre tras
los rescates bancarios, no de la gente, la cual no cuenta ni entra dentro de la
estrategia del poder social y digital.
El premio Nobel de economía Paul Krugman
explica este movimiento de capital, de esas inversiones turísticas, de ese
regocijo y fascinación que se vive cuando se pasea dicho capital por un país.
Para este economista lo que ocurre es lo siguiente: Tenemos ya unos 35 años de experiencia acumulada en esto de la
movilidad de capital. Y la realidad es que ha habido muchos episodios
desastrosos en los que el exceso de entusiasmo ha conllevado la entrada masiva
de capitales a un país seguido de una parada repentina y una salida de
capitales igualmente masiva. Eso es lo que pasó en América Latina en 1982, en
México en 1994, en Asia en 1997, en Argentina en 2001 y ahora Europa 2012.
Después de todas esas experiencias, es difícil tener la misma fe en la libertad
de movimientos de capitales que tenemos en la libertad de comercio.