sábado, 9 de enero de 2016

La vida no es virtual

                    
La vida no es virtual

En las redes sociales cada día se van incrementando  las conversaciones de dominicanos sobre sucesos violentos, asesinatos y robos. Se van subiendo videos sobre acciones criminales, en la que se pueden visualizar el asesinato de un ciudadano por parte de unos sujetos grises, con el propósito de robarle un celular o  por un simple hecho de rayar un vehículo en pleno tránsito.
Estos sucesos cotidianos se viven  como si la vida fuese un juego  virtual cargado de violencia, en la que eliminar o aniquilar no tiene importancia,  porque se piensa que esos actos criminales  forman parte de los entramados de una cibercultura  de zonas grises que nos brindan los entornos virtuales ( el celular, la tv, el computador) sin que formen parte de los entornos reales, que son los verdaderos espacios en el que se manifiesta la cruda realidad de la miserias social y el respiro de aires grises.  Tales sucesos nos dicen que la vida en República Dominicana vale menos que un celular o  el espejo retrovisor de un automovil.
Lo gris como zona sin ley, ambiente de selva, negocios ilícitos, de crímenes, mafias, corrupción e impunidad es un espacio real en el país, aunque lo presenciemos desde esa cibervida, en que de vez en cuando nos movemos entre un mundo de pantallas interactivas.
 Entre los últimos aconteceres grises dominicanos que nos llegan, se encuentra el que ocurrió  el pasado 31 de diciembre 2015  cuando se nos presenta en un vídeo, como asesinan a Lenny José Estrella Lora , un segundo teniente PN en Villa Francisca (Distrito Nacional), frente a su esposa Katherine Leonardo, de 25 años.
Las imágenes que se presentan en ese video  parecen extraídas de los juegos grises de la saga GTA -San Andreas,  que fomenta la cultura de la violencia, el sujeto  jugador asume el papel de delincuente  y comienzan atropellar peatones, a robar, asesinar, violar mujeres, torturar enemigos y matar policías. Pero lo gris de este juego virtual, es que el placer es vivir al margen de la ley, de ser un sujeto criminal que no le interesa la convivencia social. Lo terrible de esto es que en nuestra sociedad este juego virtual ha pasado a ser real. Ver video: (http://acento.com.do/2016/video/videos/8312688-8312688/).

Una franja de los dominicanos vive lo virtual como si fuese la vida misma, mientras que lo real, en donde subyace la pobreza y la subsistencia, conduce a la resignación y el conformismo que se asemeja a un sepulcro virtual.  En lo virtual, en las redes sociales el espejismo del consumismo, de la alegría sin felicidad y el síndrome de la afluencia (afluenza)  que tiene que ver con el afán por el dinero, la fama,  el exhibicionismo, la apariencia física y la eterna juventud  en imágenes escaneadas.



Por eso es que  en un  ambiente de muertos lo único que predomina es la muerte. Por lo que  no sorprende que la vida que se expresa en lo virtual se piense como si fuese la real, en cambio la vida real, nuestra vida, única e irrepetible en estos espacios sociales reales se piensa que es virtual, sin sentido, exceptuando el signo de la violencia y de la muerte.  
Lo que no significa que en el ciberespacio, más allá del nivel uno y dos, en sus profundidades, no haya zonas grises, en donde se planifiquen asesinato y robos, se trafique con órganos  humanos, con venta y compra de armas, que luego entra a formar parte del espacio social, que es donde el valor de la vida cobra importancia. Pero ante esa cultura gris  que brota del ciberespacio y el espacio social en que vivimos, debemos oponerle una cultura de no violencia, de convivencia, de educación, pero se necesita la movilización de la sociedad. Las movilizaciones políticas de otrora, hay que cambiarlas por movilizaciones  contra la violencia, por educación en valores, contra las zonas grises, la impunidad y la corrupción en esta era del cibermundo.
Como sociedad, hay que revisarnos y comprender por qué vivimos entre la miseria educativa y el conformismo en medio de zonas grises y con la creencia en encuestas, sin fundamento filosófico, ético y social, para decirnos, que somos los más felices de este planeta. Hay que  hurgar en nuestra historia social y cultural, en todo ese complejo de inmovilismo y pesimismo social, que viene desde la devastaciones de Osorio, del siglo de la miseria (XVII) hasta en estos momentos en que escribo y propugno por una ética cívica, que nos movilice por la dignidad,  la justicias, la libertad, la paz y la democratización de la democracia.
Es por eso que una capa de nativos digitales dominicanos se encuentran atrapados en las redes, piensa que esta tiene vida, fascinados por lo virtual no muestran empatía con lo real, porque estos espacios sociales  lo viven de manera constreñida,  sin que tengan oportunidad de abrirse camino en una sociedad repleta de corrupción e impunidad; en el que algunos políticos, cuando se escribe y reescribe su nombre , en un buscador en el ciberespacio, no aparecen como ejemplo de bien social, sino como político sospechoso  de actos de corrupción.
Pero al parecer, no nos damos cuentas que las zonas grises que respira la sociedad dominicana y las cuales se manifiestan en las redes sociales  como espectro de una sociedad mediada por la necrofilia y el sentido único de la valoración de la muerte y del rostro simulado de la alegría,  es parte de la resignación.
De ahí,  la indiferencia ante la corrupción, la impunidad y los escenarios grises en que realmente vivimos, como si estos nunca llegaran a tocarnos la puerta real y asomarse a  nuestro nicho virtual para hacernos sentir qué tan real somos.Por lo que hay que moverse, actuar contra todo este malestar en que vivimos los dominicanos, ir de los espacios virtuales a los reales, trasgredir los limites.  Nuestro dilema está en ¿Ser o no ser?, como diría Shakespeare.