Nota:
Al Maestro e historiador, Filiberto Cruz
Sánchez y a los demás profesores de historia, por interesarse por estas
reflexiones, en la asignatura de Ética Profesional, que le imparto en la
Maestría de Historia. La presente reflexión, se publicaron (1999) en mi
columna,” temas ciberespaciales” del suplemento cultura del siglo, del
desaparecido, periódico El Siglo. Dicho ensayo, se encuentra en mi texto:
Hackers, Filosofía de la ciberpolítica (2012).
I
Al
cumplirse diez años de que Francis Fukuyama repitiera a Hegel y Kojeve sobre el
fin de la historia, pretendo realizar un ejercicio mental, que nos lleve a
recordar los trabajos de algunos intelectuales dominicanos que abordaron dicha
problemática. Claro esto sin dejar atrás el reciente trabajo de Fukuyama, en la
que plantea que la historia no puede terminar.
En el
verano del 1989, Francis Fukuyama escribió para la revista The national interest,
que la historia había llegado a su fin, The end History?, al derrumbarse el
socialismo soviético, la democracia liberal era la triunfadora después de dos
siglos de lucha. Fuera de esta, según sus ideas, no hay más salida para el ser
humano, el triunfo del neoliberalismo formaría parte de ese fin de la historia.
Estas reflexiones fueron objeto de
debates entre intelectuales de varias partes del mundo.
En nuestro
país la tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia, llegaron a suscitar
debates. Algunos intelectuales
dominicanos, como el caso específico de José Israel Cuello, Enriquillo Sánchez,
escribieron algunos trabajos en relación a los planteamientos del supuesto fin
de la historia.
José Israel
cuello criticó dicha tesis del “Fin de la historia” la cual se fundamentaba en
los acontecimientos que dieron al traste con la caída del socialismo y el muro
de Berlín. Para Cuello no estábamos (ahí su crítica a Fukuyama) en un fin de la
historia sino en el comienzo de otra historia.
Uno de los intelectuales que más se embriagó
con esta tesis del “Fin de la Historia” fue el escritor Enriquillo Sánchez, se
embriagó tanto de estas ideas que se intoxicó, llegando a decir que ya no había
historia, que Fukuyama vino a ponerle la tapa al pomo, y que también nos habíamos quedado sin
discurso. Tal visión, conducía a un racionalismo pesimista, que
hundía a los sujetos a la dejadez de la creatividad.
Pero antes
de salir a finales de la década de los ochenta estas ideas de corte hegeliana,
cinco años atrás, ya habíamos aprendido a través del discurso del intelectual
Diógenes Céspedes todo lo concerniente a los racionalismos con pretensiones
escatológicas y finalista. En el texto discurso Ideas filosóficas, discurso
sindical y mito cotidiano en Santo Domingo, (1984: 105-126). Céspedes decía:
“No hay atraso ni progreso. La historia es lo que sucede cada día. La
acumulación capitalista tuvo su historicidad, única, irrepetible. Por eso, nada
más somos, existimos, día a día con el presente, sin destino final o
teleología, sin apocaliptismos.” Más adelante al analizar el discurso del
filósofo Frances J.F. Lyotard, Céspedes critica a los discursos que asumen la historia
de corte agustiniana o hegeliana, ya que son racionalismo, con pretensiones de
verdad, totalidad y poder.
En la
Universidad Autónoma de Santo Domingo en el área de filosofía los
planteamientos de muchos intelectuales dominicanos en torno a la tesis de fin
de la historia, fue debatida y luego un año más tarde el Intelectual Manuel
Núñez, publicaría el texto:” El ocaso de la Nación dominicana” (1990). En esta
obra Núñez, aborda el discurso
hegeliano-marxista cuando critica el discurso de Roberto Cassá y se esfuerza
(lográndolo) en situar el método de la historia dialéctica hegeliana-marxista.
Método que pone el proceso histórico, por encima de la voluntad del sujeto: “De
este modo el hombre no hace la historia, sino que la padece. Es un instrumento
de esas leyes (…) la historia es el desarrollo de las ideas y estructuras que
el autor (Roberto Cassá. A.M) defiende, que están ahí antes de que el
acontecimiento ocurra. Es un destino. Si esto no es idealismo ¿qué es,
entonces, el idealismo?”.(Núñez: 193-194). Después de esta crítica al idealismo
hegeliano-marxista de la historia, que hiciera Manuel Núñez, participaríamos en
los debates (1991) político filosóficos, que se estaban dando en el curso
monográfico Karl Marx, dirigido por el profesor Orlando Objío. En ese momento
ante los demás expositores argumente lo siguiente: “Asistimos a un ocaso de
siglo que se caracteriza por el derrumbe de modelos e ideologías modernas, más
no al final (Fukuyama) de la historia; mas sí, al fin de la historia hegeliana-marxista,
en tanto pretensión de ser el discurso de la historia y no un discurso sobre la
historia.” (Ver mi ensayo: Modernidad y Ocaso de siglo, suplemento cultural
Aquí 2/7/ 1991,p. 6 - 7).
Luego en el
1992, Francis Fukuyama amplio sus ideas en el libro: “El fin de la Historia y
el último hombre”. En el 1996 el filósofo mexicano Leopoldo Zea abordó dicha
tesis en el texto “Fin de Siglo. ¿Centuria Perdida?”. En dicho texto expresa:
“Al producirse en Europa los acontecimientos que anunciaban el fin de la guerra
fría y el fin de la ideologías que habían perturbado al mundo a lo largo del
siglo XX, el estadounidense Francis Fukuyama publicó un ensayo que sacudió a la
inteligencia mundial. Un ensayo por el que pretende como lo intento Hegel,
detener la Historia. “¡Detente tiempo, eres bello!” dice fausto al entregar su
alma. Algo semejante intenta Fukuyama”. (1996:13):
Pero
después de una década de reflexiones y debates, el autor del “El fin de la
historia”, admite que la historia no ha terminado.
10 /7/ 1999
II
Muy pocas
veces la historia es racional; todo aquel que la haya frecuentado sabe que
siempre hay que contar con un elemento imprevisible y destructor: las pasiones
de los hombres, su ambición y locura. (…). No somos plenamente sino en los otros
y con los otros: en la historia. (Octavio Paz, Crónica de grandes días. Fondo
de cultura Económica, México. 1990, p.24 y 99)
En un
trabajo publicado por el periódico El País, de España, fecha, 17/6/1999 y bajo rótulo
de:” Pensando sobre el fin de la historia diez años después”, Francis Fukuyama
pasó balance a su tesis sobre el fin de la historia. Sobre un berenjenal de
contradicciones filosóficas dice: “Para ellos, expondré mi balance final, nada
de lo que ha sucedido en la política o en la economía mundial en los últimos
diez años contradice mi opinión, la conclusión de que la democracia liberal y
la economía de mercado son las únicas alter nativas viables para la sociedad
actual”.
Como se puede apreciar, Fukuyama, sigue
manteniendo sus conceptos liberales, aun con la fisura siguiente: “El argumento
que utilicé para demostrar que la historia es direccional, progresiva y que
culmina en el moderno Estado liberal, tiene un defecto fundamental, pero sólo
uno de los cientos de análisis que discutieron The end of history ha
comprendido su verdadera debilidad: la historia no puede terminar, puesto que
las ciencias de la naturaleza actuales no tienen fin, y estamos a punto de
alcanzar nuevos logros científicos que, en esencia, abolirán la humanidad como
tal.” (Ídem).
Por un lado
nos dice que la historia no termina, pero por el otro nos dice que todos los
avances científicos abolirán la humanidad. Una posthistoria, sigue atrapado en
la filosofía de Hegel. Trata de reformarse.
Al situarnos en la relación sujeto y poder,
nos damos cuenta que el discurso de Fukuyama sigue siendo hegeliano, aun sin
Kojeve, quien fue el primero en elaborar un finalismo histórico de corte
hegeliano y del cual Fukuyama repitió hasta la saciedad en su obra “El fin de
la historia y el último hombre”; para Kojeve fue en la batalla de Jena, en la
que Hegel acertaba al ver el fin de la historia (…). En y con esta batalla, la
vanguardia de la humanidad alcanzo prácticamente el límite y la meta, es decir,
el final de la evolución histórica del hombre (1992: 109). Tanto para Hegel,
Marx, Kojeve, la historia, la política y la economía se colocan por encima de
los sujeto, estos no construyen, ni elaboran ideas. Dios o la razón rigen a los
sujetos. Separan la política de la historia, sus discursos aplastan otras
reflexiones filosóficas.
Por su
parte, Fukuyama pretende remendar sus ideas de fin de la historia con este
último trabajo en el periódico El País: “Mucho lectores no comprendieron que yo
estaba haciendo referencia a la historia en su sentido hegeliano y marxista de
evolución progresiva de las instituciones políticas y económica humana.”
(idem.). El filósofo no vigiló su discurso, pues ya en el 1989, él un su
texto, se refería a la historia total,
sin particularismos, sin sujeto. El planteaba en ese momento lo siguiente:
“Pero la que yo sugería en que había llega- do a su fin no era la sucesión de
acontecimientos, incluso de gran des y graves acontecimientos, sino la
historia, es decir, la historia entendida –tomando en consideración la
experiencia de todos los pueblos en todos los tiempos- como un proceso único,
evolutivo, coherente.” (1992: 12).
Aparte de
lo citado, Fukuyama aborda la historia como tendencia, sucesos que culminan,
independientes del sujeto, que es el que construye y hace la historia.
hegelianismo puro. Hegel nos explica que “La historia universal es la
exposición del progreso divino y absoluto del espíritu”, en sus formas
supremas; la exposición de la serie de fases a través de las cuales el espíritu
alcanza su “verdad, la conciencia de sí mismo”. Estas fases pasan por
formalidades, que son el espíritu de los pueblos históricos, las determinaciones
de “su vida moral de su constitución, de su arte, de su religión y de su
ciencia” (1980:76).
Las
rectificaciones y la autocrítica que pretende hacerse Fukuyama, lo convierten
en más hegeliano que nunca, aunque pretende ser antimarxsita, sigue a Marx, sin
proponérselo. Kosta Aselo afirma que Marx, es hegeliano, se quedó en Hegel,
detrás de la construcción misma de su pensamiento. (Ver: Mechonnic, El marxismo
excluido del lenguaje, cuaderno de poética No. 8, 1985)
17/7/ 1999
III
Marx acoge
la filosofía optimista y dialéctica de Hegel pero bajo el camuflaje de las
condiciones materiales. En la introducción al primer libro “El capital”, dice
lo siguiente:“El hecho de que la dialéctica sufra en mano de Hegel una
mistificación, no obsta para que este filosofo fuese el primero que exponga de
un modo amplio y concreto sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es
que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más que
darle la vuelta, mejor dicho, ponerla de pie, y en seguida se descubre la
corteza mística, la semilla racional.” (1980:24).
Es de ahí,
que la historia hegeliana y marxista que Fukuyama reconoce que no ha
finalizado, no deja de ser una verdad y totalidad. Mas cuando él puntualiza que
la historia entendida de esa forma está dirigida por dos fuerzas básicas: “la
evolución de las ciencias naturales y la tecnología”, que establece las bases
para la modernización económica, y la lucha por el reconocimiento, que en
última instancia, exige un sistema político que reconozca los derechos humanos
universales (El País, 17 /6/ 1999. España).
El hecho de
que la historia no haya finalizado no significa que Fukuyama no mantenga la
esperanza de que llegue a finalizar algún día, como hegeliano al fin, sabe de antemano
lo que va acontecer en el mundo: “El carácter abierto de las actuales ciencias
naturales indica que la biotecnología nos aportara en las dos generaciones
próximas las herramientas que nos van a permitir alcanzar lo que no
consiguieron los ingenieros sociales del pasado. En ese punto, habremos
concluido definitivamente la historia humana porque habremos abolido los seres
humanos como tales.” (Ibídem).
Su afán de
decretar la muerte de la historia continuará, aunque no del todo, por el
momento es una historia moribunda. ¡Cuánto racionalismo! Su discurso sobre la
historia ha pretendido ser la historia y como tal se coloca fuera del tiempo y
el espacio. Desde su pretensión de ser el mismo espíritu absoluto, saca unos
códigos secretos, para que veamos ciertas distorsiones en su decreto del
supuesto final de la historia, que ahora continúa pero en agonía.
Ahora trata
de revivir su discurso sobre la historia diciendo que no ha finalizado, pero
olvida a los sujetos que la construyen a cada instante. De ahí su asombro sobre
los cambios tecnológicos: “La mundialización actual está respaldada actualmente
por la tecnología de la información que ha llevado el teléfono, el fax, la
radio, la televisión y la Internet a los rincones más remotos de la Tierra.” (Ibídem)
Precisamente
fundado, en los cambios tecnológicos, producidos por los sujetos fue que medité
para hacerle una crítica a Fukuyama en mi texto “La vida americana en el siglo
XXI”, ya que su discurso planteaba que acontecimientos, como son los tecnológicos
informativos y otros que ya se han dado en Norteamérica, no forman parte de
concepto historia; Pero ahora resulta que estos les dan síntomas de vida a una
historia que tendrá que reponerse. De ahí, que él dice: “El principal defecto
de ¿El fin de la historia? Se encuentra en el hecho de que la ciencia puede no
tener fin, pues rige el proceso histórico, y estamos en la cúspide de una nueva
explosión de innovaciones tecnológicas en la ciencias de la vida y en la
biotecnología.” (Ibídem)
En “La vida americana en el siglo XXI” abordé
este racionalismo de la siguiente manera: “los acontecimientos que están
ocurriendo en el mundo y los conceptos hegelianos que conducen a Fukuyama a ver
el espejismo del fin de la historia, son el resultado creador del sujeto, y
este produce o reproduce ideas, que desde luego forman parte de la historia.
Mientras haya sujetos, que con su capacidad lingüística construyan
acontecimiento, habrá historia, la cual es múltiple, contradictoria como los
sujetos mismos.” (1999: 121).
Por tanto
no hay finalismo, ni determinismo, como tampoco leyes, ni un espíritu absoluto
que nos convierta en títere o juguete en el diario acontecer, somos nosotros
los que construimos el mundo en cada momento del vivir. Con la muerte nosotros
finalizamos nuestras construcciones de lo que estábamos haciendo. Sólo para los
sujetos muertos cesa la historia. Los vivos la seguirán construyendo hasta que
un cometa o asteroide destroce el planeta en miles de pedazos. Pero en ese caso
no habrá historia, porque no quedará nadie vivo para contarla.
24/7/ 1999