miércoles, 14 de marzo de 2012



                             
                                                   El Legendario hacker Gritón

Cuando apenas iniciaba mi aprendizaje por el mundo de lo cibernético y el conocimiento de la tecnología de la información en los Estados Unidos, un amigo  experto en programación, no se cansaba de hablarme del legendario hacker argentino Julio Cesar Ardita,  más conocido como el gritón. El porqué ese nombre, todavía es una incógnita. Sin embargo él, publicaba en la red, bajo ese apodo.
Ardita es un legendario hacker, muy conocido en América Latina por parte de la cultura del hackictivismo. Ingresó al mundo del hackeo sin estrategia definida y con un espíritu aventurero, por lo que entraba en ese momento, en la clase hackers llamados cautivos. Su accionar iba más allá de la barrera que le imponía toda la seguridad de los poderes digitales. Sus pasiones aventureras las puso en práctica cuando logró en el 1995 hackear o irrumpir, en empresas de comunicación y en  varias computadoras del Pentágono y  haber robados una series de contraseñas de la Universidad de Harvard y con lo cual pudo acceder a los sistemas de cómputos de la NASA y de instituciones militares de Estados Unidos.
 Ardita fue condenado por dicho país al  pago de cinco mil dólares y a cumplir con servicio social, como el de impartir docencia de computadoras  Los gastos que hizo la seguridad de ese país en su viaje a Argentina, para detenerlo y  juzgarlo en Boston, Massachussets, costó más que la condena que le impuso el sistema Judicial de ese Estado.
Es de ahí, que no podemos ver al hacker de acuerdo a los intereses de determinado grupo de poder, ya sea del poder virtual o real. El hackeo es una lucha de poder, de intereses, que tiene que ser bien manejado por comunicadores respetable y los sujetos interesados en este tipo de accionar, al menos que de antemano se quiera condenar a alguien por irrumpir en un sistema computacional determinado. Habría que ver si tal condena es resultado de un grupo de hackers o de partidos , empresa que los tienen como parte de su proyecto social y económico. No es lo mismo el hackeo en el plano de lo político que en  el plano de lo empresarial; el hacker cautivo que el delincuencial. Son acciones diferentes.
En tal sentido, mi reflexión sobre este tema inició en la última década del siglo pasado, en los 90, como resultado de una construcción filosófica articulado al discurso y al poder digital. En este contexto la relación del sujeto (hacker) se define de acuerdo a su discurso y accionar sobre ese poder digital y social. No en la simple reproducción de este discurso, que forma parte de la reproducción de opinión y no del conocimiento sistemático y reflexivo, con espíritu crítico. Mi discurso filosófico y lo epistemológico no deja enredarme, aunque lo contenga, en el ciberespacio y las  redes sociales. De ahí, mis grandes discusiones con mi colegas de informática en La Guardia Community Collage de Nueva York. Ellos son informáticos, tecnólogos y  programadores, en cambio yo soy filósofo , informático y especialista entornos virtuales.
Asumo que Ardita, no apuntaba en su hackeo contra los poderes digitales, no articuló lo cibernético con lo social y no trabajaba para empresa en particular, ni pertenecía a un grupo de hackers específico, como tampoco estaba a favor o en contra del poder social y digital.  De ahí que entraba en la categoría en un hacker cautivo y para este tiempo en que existe La legión de Anonymous, pertenece a los hackers empresariales, similar al caso del hacker Kevin Minick.
  Hoy el Gritón tiene un discurso del orden digital y habla más de seguridad, de recuperación y protección de la información y de la vulnerabilidad de los sistemas informáticos, sobre como protegerlos frente a otros hackers, que, de seguro los cataloga como cracker.