jueves, 25 de abril de 2013


La ilusión de lo permanente

En estos tiempos de hibridación de la vida que se entretejen de redes sociales y virtuales, de lo híbrido entre el mundo y el cibermundo, se vive en la ilusión de la permanencia, de la quietud, de que la vida y sus proyectos son estacionario, sin cantares lapidarios, sin elegías a los finalismos, que crean la ilusión de la eternidad.
Heráclito llegó a puntualizar que  nada es permanente excepto la misma permanencia de los cambios y los desequilibrios, la ilusión del ser parmenídeo en cuanto al no devenir del mundo y el cibermundo.
En este planeta de entornos virtuales y reales, la apuesta a lo inalterable e imperturbable ha tocado a su fin. Hoy más que nunca uno mismo se construye y se forja su propia meta, su propio camino, lo cual implica una ética del sujeto, crítico y autocritico, indagador de su propia conciencia, de conocer lo que conoce y hasta dónde puede llegar a conocer.
Sujeto que se mueve entre lo real y lo virtual, que encarna la hibridación de la vida en estos días que corren. Que ha de saberse también sujeto cibernético, viajante por los confines del ciberespacio, sin ataduras y sin buscar camino alguno excepto el que ha creado caminando.

 De ahí, que la cultura y la cibercultura se forjen de creatividad, no de lo prehistórico y de los monumentos y museos de cara al pasado, añoranza del ayer, sombra de lo que no será, ni volverá. De ahí lo terrible de desenterrar cadáveres, de vivir con una conciencia de zacatecas, ya que la vida misma se convertiría en un ser para la muerte.

F. Nietzsche, en su época, llegó a criticar la educación superior y a los sujetos que se regocijaban con la culminación de sus estudios, con la llegada a una meta, cuando en realidad no la hay, tan solo una ilusión y nada más.  Este filósofo del siglo XIX se colocó en el mismo agujero de los finalismos, de la ilusión de lo permanente, decía que en todas partes reinaba una prisa indecorosa, como si se llegase tarde a algo. Tal espíritu encarna un rostro acabado, le falta vocación, ejercicio de la construcción permanente, no lo permanente como construcción de vida.