La
globalización en estos días que corren se caracteriza por las vueltas y
revueltas de todas sus estructuras sociales, tecnológicas,
económicas y culturales, donde al parecer la crisis del capitalismo net y
globalizado no es parcial, no es cíclica, más bien sistémica, por lo que la
gran pregunta que debemos formularnos es, ¿qué engendro saldrá de este
descalabro que hoy sufre el capitalismo y que
otrora lo sufrió el socialismo real?
En estos
tiempos, el planeta tierra ha producido
lo híbrido, el mundo y el cibermundo. Dicha hibridez ha estado produciendo
nuevas formas de organización social, económica, cultural, educativa y tecnológica.
Semejante
forma de organización social ha
construido un nuevo sujeto, el
cibernético, que navega en la redes ciberespaciales y se mueve en los diversos
espacios físicos, convirtiéndose en el protagonista de este siglo XXI. Es un ciberciudadano conformado en su inmensa
mayoría por los jóvenes net y los nativos digitales, agrupados en diversos movimientos sociales planetarios. Tal
es el caso de los indignaos, los pendejos, Anónimos, justicia fiscal, Wikilearks, entre otros, y que se entretejen
de empatía social en todo el espacio y el ciberespacio del planeta.
Dicho
sujeto cibernético se ha estado apropiado de los espacios virtuales y reales. Por
eso su lucha no es solo política, sino ciberpolítica, ya que busca cambiar la regla política real y virtual,
donde el miedo no se imponga, el Estado de malestar se reduzca a su mínima
expresión y que la sociedad civil se agigante y se replantee la forma de ejercer
la política hoy día.
El
nuevo sujeto cibernético conspira contra el hombre marginal, que tiene
corta visión política y cultural
y que por su edad, más allá de los cuarenta,
se tipifica como emigrante digital, que navega por el ciberespacio en
busca de información pero no interioriza el accionar en su mundo y no pertenece
a ninguna red social, aunque puede estar inscrito en ella, pero no le interesa
ser partícipe de tal acontecimiento cibernético.
Este
hombre marginal no puede confundirse con el excluido del mundo social y
económico. El marginal se define por su condición de vivir en la orilla de la
cultura y la cibercultura y por su estrategia orientada a reproducir y
conservar el orden social existente, así como el poder social y
digital..
Una
franja de esos hombres marginales son emigrantes digitales y se inscriben en los
análisis de coyuntura de su país o localidad en donde viven y buscan
información en la orilla del ciberespacio. Se
limitan a lo nacional. De ahí que el hombre marginal de nuestro
tiempo es un ser agobiado en el mundo e indiferente al
cibermundo, además de no asumir un rol
protagónico para cambiar el entorno social y virtual donde vive, contrariamente a como lo realizan los sujetos de la generación
net y los nativos digitales en los actuales procesos sociales y culturales que
vive el planeta.
A
diferencia de ese hombre marginal, que no se asume como ciudadano y ciberciudadano
, el sujeto cibernético trasciende esa marginalidad y no se siente marcado por
una territorialidad, una estrecha concepción de identidad, aunque su punto de partida sea un espacio, un
territorio, como tampoco se queda como consumidor del mundo cibernético, ya
que vuela por los confines del
ciberespacio, participando en las redes sociales, entrando en una nueva forma
de hacer política, conforme a la libertad, la democracia y la justicia social.
El
sujeto cibernético no se ahoga en el mundo ni niega el cibermundo, como tampoco
vive perdido en el cibermundo negando el mundo. Su visión es planetaria, ya
que forma parte de la hibridez del mundo y el cibermundo. Este sujeto cibernético se desplaza y se
desliza rápidamente de los espacios virtuales a los reales, en donde tiene
incidencia social. Su lucha va de lo virtual a lo real y viceversa.
Contrario
al hombre marginal, que es un sujeto que vive en el sentido en que lo apunta a
principio del siglo XX el intelectual Robert Ezra Park(1928), cuando decía que ese
individuo marginal es un hibrido que vive en los márgenes de dos culturas y de
dos sociedades que no están del todo fundidas ni penetradas entre sí.
Pero a
diferencia de Park, yo postulo en el aquí y ahora del siglo XXI un sujeto
cibernético planetario que se mueve entre la cultura y la cibercultura, que no
se reconoce solamente como sujeto del mundo sino también del cibermundo, que vive
en ambos mundos y sabe que su lucha por
los derechos humanos se libra en el espacio y el
ciberespacio.