lunes, 9 de febrero de 2015




Enredados en  redes
La relación lenguaje, sujeto, discurso, cultura, sociedad, cobran importancia para saber en qué redes no involucramos  y en cuáles, no. De lo contrario, viviremos enredados, hinchados de datos, aturdidos de información y huérfanos de conocimiento. 
Como sujetos cibernéticos que navegamos por los confines del ciberespacio, debemos evitar quedar entrampado en algunas de sus catacumbas repletas de nichos de hastío, de agotamiento, de estrés, que fragmentan el decir-hacer. Hay que evitar pasar de las miradas reales de la vida a hurtadillas  a las  vidas enredadas en redes virtuales.
 En la era del cibermundo, los sujetos cibernéticos se encuentran hiper conectados, hiperactuando entre sí en  redes de expansión masiva: Twitter,  Facebook, Google +, WassApp, las cuales si no se asumen con estrategia bien definida, nos enredan con sus vueltas y revueltas de datos e informaciones. 
Hay que saber desenredarse entre las redes para visualizar redes específicas, puntuales en áreas comunes a nuestros perfiles,  como son los casos de redes de profesionales, laborales de eje temático:  LinkedIn y Flickr.  Esto no excluye la fascinación y aperturas a las redes expansivas, que son plurales, de encuentros y desencuentros, y por ser las más genéricas, nos pueden asfixiar con sus flujos de datos e informaciones. Por eso, en el ciberespacio, las comunidades virtuales y de intereses comunes juegan un papel fundamental que nos evitan ahogarnos en esas navegaciones.
Las redes nos permiten definirnos y redefinirnos en ese espacio virtual, pero también pueden enredarnos e hiperenredarnos,  conduciéndonos a un estrés crónico, como resultados de la no selectividad en datos e informaciones,  los cuales  son  pasos fundamentales para  la obtención de conocimiento por parte del sujeto, que los va adquiriendo en la medida en que fragua esos datos e informaciones a  proceso  reflexivo, crítico y sistemático, pasando con los años de la vida a la sabiduría, que es el último eslabón de la pirámide del pensamiento.
Se puede navegar por los confines del ciberespacio, dejando y cogiendo, de manera ágil, sin agotamiento, con estrategia de descanso, de relajamiento, para no enredarnos y ser víctimas de la ciberadicción. Se puede asumir dicha navegación entre actividad de trabajo y diversión, sin caer en la degradación, en  un esponjoso de  la información y  en un despojo de  formación, de conocimiento y sabiduría.
En estos tiempos hemos pasado de la conectividad del mundo a la hiperconectividad del cibermundo, porque estamos diseminados en complejas redes sociales, de espacios virtuales con angostos espacios reales, vamos por la vida seleccionados informaciones, que muchas de las veces no tienen salida para procesar conocimiento.
 Para el sujeto cibernético, que anda por los vericuetos del ciberespacio, las redes cobran sentido si se sabe qué se anda buscando y qué desechamos, por lo que es de salud no vivir enredados y saber dónde entramos.
El comprender el funcionamiento de las redes, su intensidad, aceleramientos e interactividad, es ir contra enredos que nos atrapan en sus garras virtuales. En las redes, la creatividad, la innovación son de suma importancia, como lo ha estado haciendo una franja de los nativos digitales, que han creado espacios virtuales como estrategia que apunta a la participación e integración  social, cultural y política (ciberpolítica), que apuntan  a las transformaciones de los espacios reales de la sociedad.

La hiperconectividad, que nos hace volar por los confines del ciberespacio no puede saturarnos de datos, que son simulacros, musarañas virtuales  que pueden apuntar a informaciones, que no son de utilidad para la elaboración  de conocimiento por y para la vida, en cuanto a una ética de saber vivir bien, no solo de darse buena vida.