miércoles, 17 de junio de 2009

ELDISCURSO DE MESCHONNIC EN EL PLANO CULTURAL Y FILOSOFICO DOMINICANO

ANDRÉS MEREJO

La incidencia del pensamiento de Henri Meschonnic en nuestra cultura ha dejado huellas, desde la década de los ochenta, cuando sus ideas comenzaron a fluir en las investigaciones, ensayos y críticas literarias, filosóficas y políticas realizadas por el intelectual Diógenes Céspedes a los diversos discursos de la intelectualidad dominicana y latinoamericana.
La teoría del lenguaje, el sujeto, el poder, la sociedad y la cultura, la importancia del ritmo como organizador del discurso, son conceptos claves de la teoría poética de Meschonnic y que conocimos a través de la traducciones que Céspedes hacia sobre algunos de sus textos.
En la Escuela de Filosofía de la UASD, fuimos varios los filósofos que conocimos los trabajos de Meschonnic, José Mármol, Alejandro Arvelo, Juan Pablo Uribe y Salomón, Bastardo. Unos más intensamente que otros llegamos a profundizar en su teoría poética. Antes pasamos por el resquebrajamiento del corpus teórico de Carlos Marx y sus variantes ideológicas, aposentándose en nuestra alma el vértigo, la incertidumbre, punto de partida para la búsqueda de la literatura y la poética de Henri Meschonnic.
Era una locura en aquella época plantearse un cuestionamiento y critica al marxismo, ya que este era visto como la religión del siglo XX, como decía, Octavio Paz.

Al inicio de aquella década pudimos estudiar textos como El marxismo excluido del lenguaje, El lenguaje, el poder , que se publicaron en la revista Cuadernos de Poética, la cual dirigió Céspedes hasta su desaparición en el año 2000.
Esta revista se convirtió en la expresión de un movimiento de historicidad y crítica de los conocimientos repetitivos y escolásticos que han circulado, y circulan aún, en las diversas disciplinas de las humanidades, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)
Además, llegamos a participar en las discusiones sobre el pensamiento de Meschonnic que se daban en la Cátedra de Análisis de textos literarios en la Universidad Autónoma de Santo Domingo de la cual Céspedes, ha sido el profesor desde el 1974.
A través de sus ensayos literarios y filosóficos comprendimos las dimensión del discurso acerca de la poética de Meschonnic, porque él siempre ha reconocido ser deudor de la teoría de este gran intelectual francés, quien además fue director de su tesis: Teoría que trata sobre el lenguaje y la teoría poética en América Latina en el siglo XX, en la Universidad de Paris VIII (Vincennes) en septiembre de 1980.
Para esa época nuestras andanzas y debates se expandían por los diversos movimientos sociales y en la explanada de la Facultad de Humanidades , girábamos en un discurso que apuntaba a la crítica del marxismo ortodoxo, sustentándonos en una teoría del lenguaje, el sujeto, la cultura, la sociedad (Céspedes -Meschonnic).Fuimos construyendo una epistemología sobre el discurso filosófico de Nietzsche sobre la voluntad de poderío, las reflexiones de Michel Foucault sobre el poder, los ensayos filosóficos de Octavio Paz, sobre filosofía y literatura y el pensamiento de la complejidad en Edgar Morín.
Sobre la teoría del lenguaje, el sujeto y el poder, pudimos sacudirnos de la embriaguez racionalista, ya que vivíamos momificados con el escamoteo del sujeto, que era el significante y pasamos adorar el significado, la razón, el soberano, la verdad, la totalidad y el poder.
El indagar el discurso de Meschonnic nos devolvió la inocencia, nos dio el arte de apostar al discurso, a la ética del sujeto, no a su inmolación.
Producto del conocimiento que tenía del pensamiento de Meschonnic, llegué a participar en conferencias y debates en los clubes y en instituciones académicas del país, atrincherado de un espíritu crítico y cuestionador sobre los paradigmas, las ideologías y los discursos poseedores de la verdad, totalidad y poder.
Ya para ese entonces conocía a José Oviedo, quien también desde la sociología y la política comenzó a interesarse por los trabajos de Meschonnic, articulando un discurso crítico del poder, la sociedad y la cultura. Sus escritos sobre crisis individual y social, en el desaparecido periódico Última Hora así lo revelan.
Eran tiempos en que los artículos y ensayos que circulaban a diario en los periódicos respiraban un aire crítico y sin compromiso con una cultura light complaciente con el poder y sus diferentes instancias, tal como se vive hoy en día.
Fueron años fraguados en la crítica, no en la polémica, porque en los escritos de Meschonnic hay una teorización de la crítica que pasa por la visión filosófica de Sócrates hasta Kant, en donde la argumentación, la historicidad y la especificidad son sus propios referentes.
Por eso esta no es elogio , ni condena, ni silencio, tal como la polémica que tiene como función social, la doxa , la opinión, las ideas vagas de los cafés, de los cibercafés y de los salones de Belleza, es cursi y que no obedece a una teoría del lenguaje, la cual implica la guerra, el conflicto permanente.
La poética (2007) de Meschonnic sitúa el lenguaje en una situación crítica y para la crítica, no como teoría de la comunicación o de la tecnología de la comunicación, de los signos, aunque lo incluye al igual que las acciones, las posiciones, los intereses, las creaciones y las relaciones entre los cuerpos.
Gracias al lenguaje, que es la historicidad del sujeto vuelta discurso, se puede, a través de la lengua y la cultura, producir o repetir conocimientos, trazarse estrategias sociales, que pueden estar articuladas a una ética del decir y del vivir, cosa ésta que pocos sujetos han logrado en la vida.




LOS NOVENTA: TRADICION Y LEGADO

En el suplemento Aquí , del periódico La Noticia que dirigía Mateo Morrison, apareció en 1991, un ensayo titulado Modernidad y ocaso de siglo, en donde yo partía de un discurso sobre la teoría del lenguaje, el sujeto, el poder y la sociedad, trabajado por Meschonnic y que situaba de manera crítica el racionalismo, la verdad y la totalidad que sobre la modernidad encarnaban los discurso de René Descartes, Augusto Comte, Federico Hegel, Karl Marx, Kojeve y Fukuyama.
Estos filósofos de lo moderno pretendieron que sus discursos sobre la historia eran la historia misma. Dos filósofos de lo moderno, Hegel y Marx, construyeron la dialéctica del optimismo idealista, materialista, de los sucesos del mundo, era una dialéctica, de acontecimientos, del desarrollo de las ideas y de la cual Fukuyama sentenció el “fin de la historia”, al no comprender que tal sentencia estaba en su discurso, no en la lengua, la cultura y la sociedad. Se embriagó tanto de este supuesto fin de la historia que se intoxicó.
Intelectuales lúcidos fueron hechizados con este racionalismo del fin de la historia. El poeta Enriquillo Sánchez, decía que después de Fukuyama no había nada que decir, nos habíamos quedado sin discurso.
Vivíamos la caída del muro de Berlín, el neoliberalismo como fundamentalismo económico y de libre mercado hacia su despliegue como si fuese la globalización, los crisólogos y los escatológicos arropaban la cotidianidad de la mayoría de los pensadores dominicanos. Se vivía en la crisis de las ideologías. Sin embargo, el neoliberalismo como ideología del sistema capitalista mundial no presentaba fisura, se presentaba como la panacea.

Comprendí para el inicio de la década de los noventas que la sociedad dominicana se caracterizaba por vivir varios tiempos, en un ir y venir, girando entre premodernidad y modernidad, entre migraciones y permanencia, lo local y global, entre una red social, en que convivían el intelectual crítico y el burro inquisidor, la ética de maestro de escuela y la depravación del cura de la iglesia, los políticos y banqueros vagos y corruptos, junto a los padres trabajadores y honestos.
De ahí que opté por regresar a los Estados Unidos, en donde permanecí una década sobreviviendo entre las complejas relaciones de trabajo, placer y consumo, divisa de aquella sociedad anglosajona, y un posicionamiento ético y crítico.
En Nueva York comprendí que somos entramados de culturas globales sin dejar de ser específicos. Como sujeto, perteneciente a una familia de emigrantes de los años setenta y ochenta, la resistencia a no permanecer por mucho tiempo en los Estados Unidos era imposible, por lo que acepté la emigración y conmigo emigraron Meschonnic y varios intelectuales, porque estaban incorporados en el discurso que había construido en los ochenta.
La exploración y la consagración a la investigación me condujeron por la reconstrucción del discurso teórico, sin abandonar el legado de los ochenta, y quizás esa fue una de las razones por las cuales pude soportar vivir entre las diversas culturas e idiomas que caracterizan a New York, sin abandonar la especificidad de lo dominicano.
Entre el trabajo, universidades, restaurantes, tecnología, libros, museos, pude vivir y observar la sociedad americana, ya que anduve con intelectuales y drogodependientes, entre norteamericanos, asiáticos, latinos, europeos y diversos rostros indefinidos.
Me estiré como el bambú de un lado a otro a lo largo y ancho de los Estados Unidos, pero sin abandonar el discurso crítico sobre lo social y contra las estrategias que tenían la intención de seducir e inducir a que fuera otro y no quien había llegado de la República Dominicana en condiciónes de intelectual emigrante, atrincherado en una ética del sujeto. Legado del conocimiento que sobre la poética de Meschonnic había adquirido en mi juventud.

Por eso las ideas circularon en instituciones científicas y centros académicos de los Estados Unidos. En unas de esas actividades nos encontramos de nuevo con Céspedes y juntos con él participamos en varios encuentros literarios y filosóficos.
Este encuentro significó una nueva aventura filosófica, literaria, nuevas vueltas y revueltas de lo académico, un volver, pero ya no era lo mismo, porque los sujetos viven a cada instante sin finalismo, ni nostalgia, pues vivir en el pasado es no tener estrategia en el presente.
Mi condición de filosofo me llevó a la astrofísica y al mundo de lo cibernético, a encontrarme con la complejidad de Edgar Morin, sin dejar de criticarle su teoría del lenguaje y el sujeto, la cual es incompatible con la de Meschonnic, que ha sido uno de los legados que permanecen en el discurso crítico que asumo desde el presente, en la relación sujeto, cultura, sociedad y poder cibernético.
Basado en esta formación intelectual, retomé la escritura, con la aparición del suplemento Cultura del Siglo en el 1997 y el cual Céspedes, como director, puso a mi disposición una columna que le llamó Temas Ciberespaciales, de la cual me apropié hasta la desaparición del periódico El siglo en el 2001.
En esa columna retomábamos, desde Nueva York, la crítica al racionalismo dialectico de Hegel-Marx-Fukuyama, porque este último, supuestamente, se había autocriticado en cuanto a que la historia no había terminado.
El discurso de Fukuyama se fundamentó en que luego de diez años de haber escrito sobre el fin de la historia, había comprendido que la sociedad de la información y el conocimiento o el cibermundo, estaban empujando la historia más allá de su pretensión de verdad absoluta, por lo que ésta no había llegado a su fin.
Estos ensayos los titulamos Francis Fukuyama y su autocritica al supuesto fin de la historia, en donde recordábamos las reflexiones filosóficas trabajadas por Céspedes y la cuales involucraban a Meschonnic. En tal sentido, expliqué cómo a finales de la década de los ochenta estas ideas de Fukuyama, de corte hegeliano, habían sido criticada por nosotros.
Escribí sobre una crítica radical a la concepción historicista, a esa historia de corte agustiniano, hegeliano y positivista, con pretensiones de verdad, totalidad y poder y el reconocimiento a la historicidad como capacidad de comprensión y trasformación del sujeto a través de la lectura-escritura.
Aparte de todas estas ideas que he trabajado sobre el conocimiento del discurso de Mechonnic, también tuve la oportunidad de conversar con él y del cual conservo grandes recuerdos personales. En dos ocasiones dejé todo lo que tenía que hacer en la ciudad de New York, para darme el lujo de tener algunos encuentros personales, como un almuerzo, la visita a la librería La Trinitaria, las conferencias en la Feria del Libro, en el 1999 y 2000.
Me impresionó que cada pregunta, cuestionamiento que se le hacía en las conferencias, su respuesta fuera otra mini conferencia. Una de estas giró en torno a la valoración del discurso filosófico de Spinoza, en ese conato de vivir, de voluntad y poder hacer, vivir y decir.
Conservo de él, la dedicatoria de las obras, Para la poética (1996), traducida por Céspedes y la segunda Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje (2000), traducido del francés por Guillermo Piña Contreras.

PRIMERA DECADA DEL SIGLO XXI Y LOS DIAS QUE TRASCURREN
Parece que fue ayer, cuando indagamos sobre la crítica a las ideologías, a una vuelta al marxismo crítico, abierto, sin ataduras a la tradición de los socialismos reales, una búsqueda de la modernidad como crítica, que sólo se acopló en una dialéctica no hegeliana, en un fluir en aguas heracliteanas de un devenir siempre innovado.
El cabalgar por los predios de la universidad, con visión de cambio en el pensamiento, nos hizo ser de vez en cuando un Quijote de la figura triste ante la aridez de las ideologías que cubrieron las diversas instancias de la universidad y de la que hoy sólo existen espectros virtuales.
Sin caer en una vulgaridad y una repetición sobre el discurso de Meschonnic, porque este implica un sistema y se hace imposible extraer elementos aislados, reconocemos que no hemos estudiados todo sus textos. Pero no por eso dejo de reconocerme como pensador, ya que sus obras nos inducen a pensar, a interpretar el mundo como historicidad y trasformación.
En las andanzas de pensar el mundo no puedo dejar de indagarme a mí mismo, de repensarme ante los otros y resituarme como un sujeto crítico, apasionado por una teoría compleja del lenguaje, el sujeto y el discurso, legado de Meschonnic. Soy un sujeto apasionado por el pensar y el crear, por los momentos más intensos del lenguaje, la escritura y la crítica.
La poética de Mechonnic se entreteje de escritura, palabras, vida, de cómo vivimos a través del lenguaje, en donde la escritura es uno de los momentos más intensos de la vida.
Por eso es que en mi andanza por el mundo he tomado y dejado, sin caer en la repetición y vulgaridad del conocimiento, en esa falta de ética cuando el sujeto se apropia de ideas ajenas o cuando se escamotea para supuestamente hacer ciencia o plantear ideas generales sobre determinado acontecimiento.
La teoría del lenguaje, el sujeto y el poder de Meschonnic la he ido comprendiendo como parte de una construcción epistemológica, discursiva. La he venido conociendo tentativamente durante veinticinco años, aunque no puedo dejar de reconocer mis diálogos permanentes con otros pensadores importantes: Marx, Foucault, Nietzsche, Kostas Axelos, Edgar Morín, Kafka, Dante, Borges, Benveniste, Octavio Paz, Von Foerter, Juan Bosch, Américo Lugo, Ricardo Sanchez Lustrino, Andrés L Mateo, Manuel Matos Moquete, Ramonina Brea, Manuel Núñez, Pedro Henrique Ureña y Céspedes, quienes se mueven entre la interdisciplinariedad del conocimiento humanista y de la cual he bebido para la formación de un discurso complejo, sustentado en lo universal y particular: filosofía, lingüística, cibernética y complejidad.
En estos días que trascurren, me he nutrido del legado de todas estas tradiciones intelectuales, pero el pensar a Meschonnic ha trasformado mi vida y pensamiento, en cuanto que, para escribir y abordar la sociedad dominicana, he debido plantearme como estrategia la producción de un discurso crítico y la producción de un nuevo conocimiento: la crítica y la epistemología de una nueva disciplina como lo son la internet y el ciberespacio.
Por eso he intentado abordar la sociedad dominicana sobre lo premoderno, lo moderno, sobre la complejidad y el mundo de la información y el conocimiento, el internet y el ciberespacio, en donde la relaciones de poder y la verdad tienen sus controles en lo digital, en el documento biométrico, en las tarjetas de crédito, en la red de redes (Internet), dándose en el mundo una nueva forma de poder cuya estrategia es el aplastamiento del sujeto.
Del sistema de pensamiento de Meschonnic apenas conozco las traducciones que se han hecho en español, pero lo he vivido como una tensión y un dialogo permanente con su teoría.
Tensión que no ha sido fácil, porque él nos lleva a asumir una relación compleja con el lenguaje, el sujeto y el poder al implicar una ética del escribir en cuanto que el escritor aprende a escribir no con pose de docto, sino escribiendo. Además, como el mismo Meschonnic puntualiza, cualquier contacto con un texto es una relación entre objeto y un sujeto en el interior de una historia, de una ideología, de la cual se sabe que contamina incluso cualquier ciencia del lenguaje.
Además, una posición del sujeto en cuanto único, múltiple y contradictorio, que se mueve en relaciones de poder que le implican como trasformador, rebelde o conservador.
La tríada lenguaje-sujeto-poder siempre han existido. Su historicidad, así lo revela, ya que no hay sujeto prelingüístico, y quien lo ha planteado lo hace desde un discurso y desde una metafísica del signo, en cuanto que se coloca por encima del sujeto y asume un racionalismo repleto de leyes, ideas de verdad y totalidad.
En la poética de Meschonnic hay una crítica a la filosofía cuando se asume desde la pretensión de ciencia universal del saber, del estudio del ser, que excluye la cultura, la lengua, por ende escamoteadora del sujeto, por lo que se desprende un racionalismo lógico que remonta a la época antigua, con Parménides que es el punto de partida del platonismo, el hegelianismo y el marxismo, portadores de la verdad absoluta, del poder de la razón, la historia y el Estado a través de su teoría común del lenguaje y el signo.
Si hoy sigo sin renunciar a la crítica y a entender que el lenguaje no es tan sólo signo, ni tecnología de la comunicación, sino interés, creaciones, estrategias, relación de sujeto, discurso y poder, es debido a los escritos de Meschonnic, los cuales he conocido a través de los trabajo traducidos del francés al español por el intelectual Diógenes Céspedes, a mediados de la década del ochenta del siglo XX.
En estos días que trascurren, se hace imprescindible, trabajar la poética de Meschonnic, porque la estrategia de los saberes mundanos apuntan a una pragmática, que tiene como norte la sociedad del conocimiento, la cual implica una devaluación del conocimiento. Esto es así porque a través del teléfono móvil u otras redes, se puede conectar al ciberespacio y tener acceso a un cúmulo de informaciones y conocimientos que se convierten en una fracción de millonésima de segundos en una antigualla para el pensar. Más que nunca, hay que preocuparse no por repetir conocimiento, sino producir nuevos conocimientos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Benveniste, Emile (1985). Problema de lingüística genera 1, 11. Madrid: Siglo XXI.
Céspedes, Diógenes (1985). Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el siglo XXI. Santo Domingo: Editora Universitaria de la UASD.
-1984). Ideas filosóficas, discurso sindical y mitos cotidianos en Santo Domingo. Santo Domingo: Editora Taller.
- (1983). Seis ensayos sobre poética latinoamericana. Santo Domingo: Taller.
-(2003). Tres ensayos acerca de la relación entre los intelectuales, el poder y sus instancias. Santo Domingo: Cuesta- Véliz Ediciones.
Meschonnic, Henri (2007). La poética como crítica del sentido. Buenos Aires: Mármol/ Izquierdo.
-(2000). Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje. Traducción de Guillermo Piña Con treras. Santo Domingo: Comisión Permanente de la Feria del Libro
-(1996). Para la poética. Traducción de Diógenes Céspedes. Santo Domingo: Editora de Colores, S.A