Ética Profesional
El intelectual y el poder en la era
del cibermundo
Andrés Merejo
La
palabra del escritor tiene fuerza porque brota de una situación de no fuerza.
No habla desde el Palacio Nacional, la tribuna popular o las oficinas del
Comité Central: habla desde su cuarto. No habla en nombre de la nación, la
clase obrera, la gleba, las minorías étnicas, los partidos, ni siquiera habla
en nombre de sí mismo: lo primero que hace un escritor verdadero es dudar de su
propia existencia.
(O.Paz (1986:307)
I
En el 2003, en esta Universidad
APEC se realizó el primer coloquio sobre
los Intelectuales y el Poder, en donde varios escritores abordaron la temática
desde la perspectiva histórica, social y política, de manera específica, desde
la relación de los intelectuales con una
de las instancias del poder dominicano: El Estado.
En dicho coloquio se revelaron
los diversos ejercicios de poder autoritario que ha recaído sobre los sujetos
desde 1844. Los primeros representantes de ese ejercicio de poder político
autoritario fueron Santana y Báez, a los que les siguieron Ulises Heureaux y
Trujillo. En la década de los 80 del
siglo XIX y en la dictadura de Lilís y en complicidad con la Iglesia católica,
el intelectual Eugenio Maria de Hostos fue expulsado del país. Su pensamiento
se convirtió en amenaza del fango moral
e inquisidor de la época, dirigido por el clero y el poder político. Lo
acusaron de ateo y de proscribir a Dios de la escuela, por lo que era visto
como un renegado y anticatólico que debía abandonar el país cuanto antes[1].
El pensamiento intelectual
que tomaba en cuenta el poder
oligárquico de esa época no era el de Hostos, como tampoco el del Pedro Francisco Bonó,
sino el del padre Billini y el de Fernando Arturo de Meriño.
Un intelectual que cayó en desgracia bajo
la dictadura de Trujillo fue Américo Lugo, quien rechazó la lisonja del poder y los
ofrecimientos de ocupar cargos públicos. Trujillo le ofreció comprarle su conciencia por la suma de 5 mil dólares o en su efecto, un
puesto en el servicio diplomático o en la judicatura en lo que recobraba la
salud.
Pero en una carta a Trujillo[2],
Lugo le dice:
Yo
no podría escribir ese trozo de historia, por dos razones: la primera, mi falta
de salud; la segunda, mi falta de recursos. Recibir dinero por escribirla en
mis presentes condiciones, tendría el aire
de vender mi pluma, y esto ni tiene precio.
Luego, a la dictadura
trujillista, le siguió Joaquín Balaguer quien
construyó todo un orden basado en las concepciones autoritarias y de
corte trujillista. Su discurso político autoritario ha sido coherente con su
ejercicio de gobierno antidemocratico (1966-1978, 1986-1996) y
excluía todo pensamiento que no fuera fundamentado en el conservadurismo
y en el orden contra la libertad. En los
primeros doces años de dictadura, la mayoría de los intelectuales enfrentaron
al poder balaguerista con discursos provistos de concepciones revolucionarias y
la búsqueda del mito, de la edad de oro,
el socialismo y el comunismo. Estos intelectuales de izquierda fueron
más rebeldes que revolucionarios, ya que su visión del poder era instrumental,
de aparato de Estado y de partido único.
Como podemos apreciar bajo en
la dictadura de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer, en el siglo XIX y
XX se han producido las tradiciones
más autoritarias, antidemocráticas del
país, en donde los intelectuales que han
sido críticos de la cultura, de la política y del pensamiento dominicano han
pasado las de Caín, las de Prometeo encadenado o el fusilamiento[3].
En ese panorama de tradición
autoritaria, de tensiones, en fin de
vicisitudes en que han vivido los intelectuales críticos dominicanos en los siglos
XIX y XX frente a las diversas instancias de poder y de manera principal, del
Estado autoritario, no se puede ser
indiferente. Tal postura sería ser cómplice del mismo poder que lo ha
querido condenar al ostracismo.
Por lo tanto, apuntamos en
esta década del siglo XXI a la profundización de una postura crítica del poder
autoritario y por la democracia participativa, pluralista y de afianzamiento
crítico contra el poder y su verdad-totalidad, luchar porque este sea descentralizado a su máxima expresión y de
una participación ciudadana real.
En tal sentido la asunción de una ética del sujeto
es imprescindible para moverse en las diversas instancias de poder.
Habría que determinar con cuáles
instancias de poder es que los intelectuales dominicanos mantienen hoy en día
su relación más comprometedoras y si esta afecta su producción discursiva,
critica y de nuevo conocimiento.
Puede ser que un intelectual
trabaje en el Estado, en una universidad pública o en determinada empresa, y
por estrategia de sobrevivencia no critique la instancia de poder en donde
trabaja, lo cual es correcto desde su postura ética y si lo hiciese también es
correcto a condición de renunciar al puesto y decir por qué, ya que el suicidio
es una postura no ética en la que no debe caer ningún sujeto, al menos que sea
el mismo poder que lo elimine. No se le puede hacer el trabajo al verdugo.
Si algo buscan los poderes
políticos, económicos, familiares y culturales es eliminar por medio de la
inanición a los sujetos que piensan de manera crítica y que en última instancia
ha dejado huellas en la historia con sus discursos filosóficos, culturales,
educativos, científicos y políticos.
Hay que comprender que el intelectual puede
ser crítico de determinada instancia. En este caso, el Estado y su gobierno
pueden sin embargo ser conservadores o autoritarios en otras instancias de
poder, sea familiar, universitaria. Por lo que la ética del intelectual debe
apuntar a revelar parte de su vida, de su consagración a lo que ha vivido en
discursos escritos, en la obra, la cual
revelará en la historia el trayecto de su pensamiento en relación al poder y
sus instancias. Si así no lo hiciese, entonces no existiría como tal.
La postura del intelectual
ético conspira contra la moralina de “de indignación y de reducción”, que según Morin, (2004:61) la indignación “sin reflexión ni racionalidad
conduce a la descalificación del prójimo”. Cuando la indignación se cubre de
moral no es “más que una máscara de cólera
inmoral” y la moralina de reducción
reduce “ al prójimo a lo que tenga de más bajo, a los actos malos que ha
realizado, a sus antiguas ideas nocivas, y le condena totalmente”. Cuando estos
actos o ideas no son la vida misma, la
cual “evoluciona”, se entreteje en las relaciones de poder de manera compleja.
En esta década del siglo XXI la patria
dominicana, que ha girado entre el autoritarismo y el liberalismo y
ha forjado los caracteres familiares, de la madre y el padre, del
respeto, el amor, la consagración, a los afectos de una tradición de ser sujeto
dominicano, con destino común, cultura y
lengua, hoy está rota, desmigajada por sus propios hijos.
Patria rota que no se mira
hacia adentro, hurgando en nuestra historia de pensamiento, en cómo han
fracasado los proyectos liberales, y ha predominado la desorganización social, la
corrupción y el autoritarismo y la historia del hambre. Patria rota, que tiene en extremo a Juan Bosch
y en otro José Francisco Peña Gómez y en sus huecos repleta de la práctica
moralina de la descalificación, de la condena y la destrucción del otro, que
nos es más que la destrucción de todos, porque formamos parte de esa patria.
Por eso, mi discurso intenta
repensar la patria en el siglo XXI, en el plano de la complejidad, en el espacio social y el
ciberespacio virtual, en lo continuo y discontinuo, sin aposentarse en conjuntos de ideas repetitivas
y derrotistas, que no aportan nada a la
sociedad dominicana.
De ahí que la relación del
intelectual y el poder para ser comprendida en estos tiempos tiene que ser
pensada en términos de las relaciones de poder cibernético, virtual y digital
que se mueven en el mundo y de donde ha emergido el cibermundo, que ha traído
una nueva forma de analizar la política, la ciberpolítica.
II
En su texto Historia
de la sexualidad. Volumen 1, Michel Foucault
(1984:112) dice que el poder no puede entenderse como el conjunto de
instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos en un
Estado determinando. Así como tampoco un sistema general de dominación ejercida
por elementos o un grupo sobre otro; más bien hay que entender que se trata de
multiplicidad de las relaciones de fuerzas inmanentes y propias del dominio en
que se ejerce, y que son constitutivas de su organización.
Por lo que no debe buscarse su existencia en un punto central, en un foco único de soberanía del cual irradiaría formas derivadas y descendientes, ya que el poder está en todas partes.
Por lo que no debe buscarse su existencia en un punto central, en un foco único de soberanía del cual irradiaría formas derivadas y descendientes, ya que el poder está en todas partes.
Foucault no sienta en el banquillo de los acusados a la
economía capitalista, como tampoco a su instancia, el Estado, sino que sienta
al mismo poder. Por lo que de una u otra manera lo sujetos mantenemos
determinadas relaciones con el poder (cristalizado en el Estado) y sus
múltiples instancias[4].
Ahora bien, las nuevas formas
de poder social ha ido cambiado y será en la década de los 90 del siglo XX que
los intelectuales y el poder deben colocarse más allá de Foucault, y quien
mejor que su amigo Gilles Deleuze para explicar cómo las sociedades disciplinadas, organizadas en los grandes
espacios de encierro y que Focault situó en los siglos XV111 y XIX con su apogeo
a principios del siglo XX, entraron en crisis y han estado siendo sustituidas
por la sociedad de control, en donde el marketing es el instrumento que
forma la nueva raza impúdica de nuestro
dueño[5]
.
Por lo que se desprende que el sujeto
no se encuentra encerrado, sino endeudado, en un mundo virtual y de relaciones
de poder digital y biométrico.
Después del 11 de
septiembre del 2001 (derrumbe de las torres gemelas y parte de lo que es el Pentágono)
se ha puesto en marcha lo que era tan solo experimento, lo biométrico como
dispositivo de control social. Lo
biométrico funciona basándose en la
identificación de los sujetos, del saber de la vida por medio de las huellas
digitales, las manos, el iris de los ojos, la cara, la voz y la firma. Es una
nueva forma de poder edificada en redes sociales cibernéticas que ha
resquebrajado la forma de vigilar y castigar
pensada por Foucault.
Solo basta mencionar las funciones
que ejercen las tarjetas de crédito, las cámaras digitales de vigilancia, el
pasaporte biométrico, la licencia y el
E-Zpass, para darnos cuenta cómo el control social de los sujetos se ejerce de
manera cotidiana en el primer mundo y cibermundo global
.
Esto no significa que la forma de poder social en nuestro mundo -violencia y discurso, coacción y
persuasión, dominación política y enmarcado cultural- han cambiado fundamentalmente desde nuestra
experiencia histórica, como bien lo puntualiza Castells (2009:81) cuando coloca
el poder en este siglo XXI en relaciones de cambio de dos formas que giran “alrededor de la articulación entre lo
global y lo local y organizado principalmente en redes, no en unidades
individuales” (…). Sino en redes múltiples y en donde “las relaciones de poder
son especificas de cada red”. Nos dice
que “hay una forma de ejercer el poder común a todas las redes: la exclusión de
la red”.
En esta era del cibermundo,
cuya plataforma es el ciberespacio y sus movimientos son redes globales, con
controles digitales, también ha producido su resistencia, todo poder generar
resistencia, forma de lucha y ante todo de crítica. Castells (2010:84) llega a
puntualizar que:
Resistirse a la programación e interrumpir
las conexiones para defender valores e intereses alternativos son las formas de
contrapoder que ejercen los movimientos sociales y la sociedad civil -local,
nacional y global- con la dificultad de que las redes de poder son normalmente
globales mientras que la resistencia del contrapoder suele ser local.
Por eso el pensar en lo virtual, en lo ciberespacial, en el mundo
cibernético (cibermundo), es pensar en la implicaciones sociales que esta nueva
forma de control de poder digital ha estado produciendo en los sujetos
sociales, específicamente en los intelectuales, muchos de los cuales piensan
que la crítica al Estado es la crítica al poder.
Castells (2009) cita a Poulantzas en cuanto que el poder no
se localiza en una esfera o institución
social concreta, sino que está repartido en todo el ámbito de la acción humana.
Aunque estas relaciones de poder se han transformado en esta era del
cibermundo, ya que implican el poder de la redes y de control social digital.
Esto no significa que el intelectual haya perdido su función crítica y que vive
momificado por su incorporación a unas o varias de sus instancias.
Aparte de abordar la relación
del intelectual con las diversas instancia de poder, de manera específica, el
Estado, habría que estudiar si esos intelectuales se encuentran anquilosados y
esterilizados con relación a los cambios de época y de innovación
epistemológica que han se estado dando en esta era del cibermundo. Que su saber
no sea participe de la reproducción de un saber–poder que contribuye a la
permanencia de lo establecido en el plano filosófico, social, político y
cultural.
Porque de lo que se trata no es de
ser rebelde del saber-poder, sino de transformarlo en todas sus dimensiones,
incluyendo el tiempo, ya que como dice Bourdieu (1999:302):
La
espera es una de las maneras privilegiadas de experimentar el poder, asi como
el vinculo entre el tiempo y el poder, y habría que inventar, analizar, todas
las conductas asociadas al ejercicio de un poder sobre el tiempo de los demás,
tanto por parte del poderoso (dejar para
más tarde, dar largas, dilatar, entretener, aplazar, retrasar, llegar tarde, o
la inversa, precipitar, sorprender) como el paciente, como suele decirse en el
universo médico, de los paradigmas de la espera ansiosa e impotente.
Colocarse contra la totalidad
y verdad gramsciana (1980: 392) en
cuanto que todos los sujetos sociales son intelectuales y situar la
especificidad de redes sociales y digitales, conforme al intelectual crítico
ante el poder social y el control
digital.
Por eso, la función que rescato de ser intelectual es la de
criticidad ante las diversas instancias de poder y la producción de nuevo saber
que atomice la momificación del discurso del poder tanto real como virtual.
Tal concepción va contra lo abordado por Barthes (1983: 234) cuando dice que la
“rebeliones contra la ideología burguesa” que sería la “vanguardia” tienden a ser “socialmente limitadas y
recuperadas”.
El crítico francés deja
entrever que toda lucha contra el poder y sus diversas instancias es inútil, no
porque el lenguaje, el poder y la sociedad vayan a dejar de existir, sino
porque dicha rebelión “proviene de un fragmento de la burguesía misma, de un
grupo minoritario de artistas, de intelectuales, sin otros público que la clase
misma que impugnan y que siguen siendo tributarios de su dinero para
expresarse.
Si el intelectual crítico del
poder y los poderosos termina en su trayectoria discursiva recuperado por el
poder, eso no va depender de las afirmaciones barthesianas, sino de la
intensidad crítica a las ideologías, a los totalitarismos de izquierda y
derecha, que dicho intelectual produzca,
así como del valor de su obra, en cuanto a la producción de nuevo
conocimiento cultural, social, filosófico, tecnológico y educativo, como además
su decir–hacer que sea ejemplo en el
campo en que se desenvuelve.
Aunque la obra del intelectual no
escapa a la ideología, esta no puede quedar entrapada en dicho sistema, tiene
que ser crítica de su contenido de totalidad, verdad y unidad. Por lo que no se
trata de una rebelión contra el poder, como apunta Barthes, sino de su
transformación del ámbito del saber-poder, ya que todo rebelde es recatado por
el poder, tal como él lo afirma, sin embargo el que lucha por su transformación
y la fragmentación de la totalidad a su máxima expresión, puede abrirse una línea
de fuga, en el sentido de Deleuze, en esas relaciones de poder.
Tal como bien señala Foucault
(1999:107) cuando expresa que:
El
papel de intelectual no es el de
situarse un poco en avanzadilla o un poco al margen para decir la muda verdad
de todos; el papel del intelectual es, ante todo, luchar contra las formas de
poder allí donde éste es a la vez objeto e instrumento: en el orden del saber,
de la verdad, de la conciencia, del discurso.
Es de ahí que el intelectual que reproduce el orden del saber, de la verdad,
de la conciencia, del discurso inmanente del poder que lo controla, queda
atrapado en ese poder, en su ámbito de saber, que no necesariamente tiene que
ser el Estado, sino otras instancias , como el campo universitario o
empresarial.
Lo contrario es situarse, no
en una lucha cuestionadora y de transformación, de creatividad, sino en el
plano inmanente del poder de la repetición y la aceptación del orden con
criterio de verdad y totalidad. Lógica de todo poder que se cristaliza en la
razón de Estado.
El intelectual que pretende
reflexionar con relación al sujeto[6],
al poder, a la sociedad, tiene que entender cómo la innovación tecnológica y
cibernética han estado incidiendo en las relaciones sociales en donde la
microelectrónica, la informática, la biogenética, la robótica y las redes
sociales virtuales y reales han construido en el mundo un cibermundo, y por lo
tanto una nueva forma de poder que se
mueve en la vigilancia, los dispositivos
electrónicos de espionaje y en el control de los sujetos a través del método
biométrico
Vivimos en un cibermundo que
entreteje redes de poder digital como un rizoma, de nodos o vértices y aristas o conexiones que no dejan escapar a
los sujetos. Pero eso no debe preocuparle a los intelectuales que pasamos de 45
años, sino a la generación net y de nativos digitales que han comenzado a
lidiar contra los efectos de esos poderes de redes y de control social real y
virtual, los cuales se ha estado construyendo sobre conforme a la ciberpolítica.
La ciberpolítica
es la expresión y la manifestación que sienten los intelectuales cibernéticos de realizar actividades políticas
en el cibermundo, de manera abierta, plural y sin que medien los entornos
reales, sino virtuales. La ciberpolítica ha traído el ciberactivismo, la
cibermilitancia de grupos y partidos de
diversas corrientes ideológicas, defensores del medio ambiente, de las
libertades individuales, de la mujer, de la minoría y de las tendencias
democráticas y plurales.
En este panorama ciberpolitico
entra Wikileaks, que es una página electrónica que tiene unos tres años de
presencia en el ciberespacio y que cuenta con más de ochocientos colaboradores
y cientos de cibervoluntarios repartidos en todos el cibermundo.
El periodista Villamar (2010),
en un programa de televisión de Ecuador
dice:
En total son 251.288 cables y se estima que una sola
persona demoraría 70 años en leer todos los documentos. Los cables abarcan el
periodo de 44 años que va desde 1966 hasta febrero del 2010 y se originaron en
274 oficinas diplomáticas de los Estados Unidos en el mundo. Assange escogió a
5 de los más importantes periódicos en el planeta para entregarles la
información hace un mes, también hizo copias para 100 mil personas a nivel
mundial como seguro de vida.
Los miles de documentos, cables de
información que controla Wikileaks apuntan a la denuncia de actos de corrupción
política en muchos países del mundo y en particular en algunos latinoamericanos,
como el caso de República Dominicana, o en el Medio Oriente, como el genocidio
a la población civil de parte de las tropas norteamericanas en la guerra de
Iraq o al describir el estado psicológico de muchos gobernantes en el mundo.
Es en este contexto mundial, preñado de
redes y contraredes sociales y virtuales que se entreteje el poder digital y
real. Ahí es donde tiene que navegar la crítica y la participación del
intelectual dominicano.
Bibliografía
·
Barthes,
Roland (1983). Mitologías. México:
Siglo XXI.
·
Bourdieu, Pierre (1999). Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama.
·
Castells,
Manuel (2009). Comunicación y Poder.
Madrid: Alianza Editorial.
·
Céspedes,
Diógenes (1994). Antología de la oratoria.
Santo Domingo: Sociedad de Bibliófilos.
·
Foucault,
Michel (1999). Estrategias de poder.
Barcelona: Paidos Ibérica, S.A.
·
-
(1984). Historia de la sexualidad 1. La voluntad
de saber. Siglo XXI. México.
·
Meschonnic, Henri (2000). Crisis del signo. Política del ritmo y teoría
del lenguaje. Santo
Domingo: Feria del Libro.
·
Merejo,
Andrés (2007). La Republica Dominicana en
el ciberespacio de la Internet. Santo Domingo: Búho.
·
-(2010).
Conversaciones en el Lago. Narraciones filosóficas.
Santo Domingo: Búho.
·
Morín,
Edgar (2004). Método 6. Ética.
Madrid: Cátedra.
·
-(2009).El
método 2, La vida de la vida. Madrid: Cátedra.
·
Gramsci,
Antonio (1980). Antología. México: Siglo. XXI
·
Paz,
Octavio (1986). El ogro Filantrópico.
México: Planeta
·
Piña-Contreras,
Guillermo (2005 (editor). Los
intelectuales y el poder. Coloquio Unapec Santo Domingo: Amigo del Hogar.
Enlace
electrónico
·
Villamar,
Marco. (2010).
[1] Dice Franklin Franco que la
educación dominicana se vio afectada por el enfrentamiento entre el educador
Eugenio María de Hostos, defensor de la democracia y de la libertad de
expresión y el dictador Heureaux, para quien el primero era un estorbo
peligroso por su notable influencia en la juventud universitaria. Ver: Franklin
Franco Pichardo. Historia del pueblo dominicano.
Santo Domingo: Editora de la UASD, 2005.
[2] El escritor Diógenes Céspedes
realiza un estudio sobre la Oratoria en Santo Domingo (1994:204) Véase para
este estudio las cartas que le escribiera el intelectual Américo Lugo a
Trujillo.
[3] El intelectual Diógenes Céspedes precisa cómo los efectos
de las prácticas autoritarias ejercidas por los dictadores de la República Dominicana
les han caído directamente a los intelectuales como : Eugenio Deschamps, un
decir y hacer contra Heureaux durante más de treces años, murió a consecuencia
de los balazos que le infirió en Puerto Rico un sicario de Lilís (…) José Joaquín Pérez
padeció duro exilio bajo Báez: Santiago Guzmán Espallat dejó su pellejo en una
embocada que le tendió el cacerismo; las victimas intelectuales de Santana
están documentadas en Poetas contra
Santana, de Emilio Rodríguez Demorizi, igual que en el caso del
lilisimo. Para más referencia ver: Céspedes,
Diógenes. Tres ensayo acerca de las
relaciones entre los intelectuales, el poder y sus instancias. P. 10. Cuesta
–Véliz Ediciones, Santo Domingo. 2003.
[4] Parte de estas ideas se pueden
encontrar en la relación del filósofo y el poder, que se encuentra en mi texto Conversación en el lago. Narraciones
filosóficas. P.71. editora la escalera, tercera edición. 2010
[5] Estas reflexiones sobre cómo
funciona la sociedad de control, se encuentra en mi texto Conversaciones en el Lago. P. 151.
[6] Para Edgar Morin el sujeto no
constituye ni una esencia ni una
sustancia, sino se trata de una cualidad o modalidad de ser, propia del
individuo viviente. Es cierto que ningún sujeto viviente, salvo el hombre,
puede expresar con el lenguaje su cualidad de sujeto. Pero todo sujeto viviente lo expresa en su ser, su
organización, su computación, su comportamiento. Por eso, la importancia de
lenguaje, sujeto, poder, sociedad, aborda por
Meschonnic en Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje (2000) para diferenciar otra concepción sobre el
sujeto que intenta colocarse más allá del lenguaje, en este caso la misma que Edgar
Morin (2009) plantea en su texto la Vida de la vida, método 2, p.202.
Madrid: Cátedra.