viernes, 19 de abril de 2013



La hibridación de la vida



En estos tiempos hay que vivir en lo híbrido, entre el ciberespacio y el espacio, como una forma de  conectar con la visión filosófica de Aristóteles, en cuanto  crítica  al desenfreno y al desperdicio de no ser virtuoso y perderse en lo vicioso.
Es no vivir cada instante sumergido en el ciberespacio, ya que eso es caer en las ciberadiciones, que son engendro de lo virtual, pero tampoco despreciar esos entornos, ya que formaríamos parte del hombre marginal, sin contar con las adiciones que se dan en el espacio real. De ahí que el sujeto cibernético, de dimensión ética, ha de comprender la hibridación que se ha producido en el planeta, entre el cibermundo y el mundo. No perderse ni en el primero ni en el segundo.
El sujeto cibernético en esa hibridación a de vivir encuentros virtuales entre amigos en las redes, pero sin dejar los encuentros reales de esos u otros amigos, los gestos, las miradas, se pierden como simulacro en lo virtual, pues las mediación de las imágenes no permiten sentir el calor de los encuentros personales.
Comprender que navegar en el ciberespacio no es olvido de las noches estrelladas, de las lluvias, de las playas, bahías y lagos que cubren los espacios, como esos espacios que se alcanza a ver en el Sur del país, entre la sierra de Bahoruco y Neiba. Lo contrario es vivir en la ciberadiciones, desbocado por las redes  sociales, sin control, que estimulan los neurotransmisores del sistema nervioso central, como el caso de la dopamina, que su concentración en determinada área del cerebro produce trastornos, desórdenes en la cognición,  la memoria,  la atención y la resolución de problemas, llegando a la euforia, y se corre el riesgo, de tanto esfuerzo, de quedarnos enredados en las redes, con el cerebro fundido por lo digital. 
Vivir en la hibridación es entender que el ciberespacio es otro espacio importante en este planeta, que contribuye a la innovación, al rejuvenecimiento del sujeto cibernético, a prolongar la vida, ya que la plasticidad del cerebro funciona a lo largo de toda la vida, y que el saber navegar por ese mundo virtual, es no ahogarse.  Que las redes sociales, los entornos virtuales  que se despliegan en el ciberespacio, alteran las redes neuronales, complejizando de esa forma el pensamiento y el conocimiento, ya que no se vive en la estrechez de los espacios del mundo, sino en la inmensa apertura planetaria, con la hibridación de lo virtual y lo real.