Diálogo filosófico entre Andrés Merejo e Ignacio Ayestarán
El filósofo y pensador,
Ignacio Ayestarán Úriz, es doctor
(Ph.D.) cum laude en filosofía y
profesor en esa misma disciplina en la Facultad de Educación, Filosofía
y Antropología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU – Donostia-San
Sebastián).
En la década de los años noventa coordinó uno de los libros
pioneros en español sobre los Estudios “Ciencia, Tecnología, Sociedad”, con la
participación, entre otros especialistas, de Carl Mitcham y Wiebe E. Bijker:
Para comprender Ciencia, Tecnología y Sociedad (Ediciones EVD, Estella, 1996).
Sus investigaciones y trabajo se han basado con frecuencia en la forma de
asegurar un enfoque transdisciplinar que fusione las ciencias, desde una valoración
onto-epistémica y ética de la complejidad global, la tecnología y la
tecnociencia, incluyendo los Estudios CTS y la filosofía contemporánea. En esta
línea, fue uno de los coordinadores del libro Filosofía en un Mundo Global
(Anthropos, Barcelona, 1998) y posteriormente ha coordinado Sustainable
Development: Relationships to Culture, Knowledge and Ethics (Karlsruher Studien
Technik und Kultur - KIT Scientific Publishing, Karlsruhe, 2011) y Sustainable
Development, Ecological Complexity and Environmental Values (Universitdad de Nevada,
Reno, 2013).
También ha realizado incursiones en diversos aspectos del
cibermundo, desde los cambios en la economía y las dinámicas de la clase
trabajadora hasta la interrelación de las redes a escala global: “Capitalismo
cognitivo en la economía high tech y low cost: de la ética hacker a la
wikinomía” (Argumentos de Razón Técnica, 2007), “Complejidad y arquitectura de
redes sostenibles entre la biosfera y la tecnoosfera: de Internet a Gaia”
(Ontology Studies, 2008), “La interfaz entre la biosfera y la noosfera: pensar
las esferas de la sostenibilidad en la era del Antropoceno” (Ludus Vitalis,
2012).
En el campo de las nuevas epistemologías post-kuhnianas de
la ciencia también ha explorado el ámbito de la “ciencia post-normal” que
iniciaron Jerome Ravetz y Silvio Funtowicz. Con este último autor publicó
“Ciencia postnormal, problemas ambientales complejos y modelos de información”
(Ludus Vitalis, 2010). Más recientemente, Ayestarán ha desarrollado esta
metodología en “Environmental values, the epistemology of complex problems and
post-normal science in the face of global change” (Universidad de Nevada, Reno,
2013).
Por otra parte, entre sus preocupaciones teóricas y
epistemológicas se encuentra el estudio de las diferentes metodologías de las
ramas de las ciencias humanas y sociales. En esta área ha publicado dos libros,
junto con Nicanor Ursua y Juan de Dios González: Filosofía crítica de las
Ciencias Humanas y Sociales: Historia, Metodología y Fundamentación Científica
(Ediciones Coyoacán. México, 2004) e Introducción a la metodología de las
Ciencias Humanas y Sociales (Ediciones Coyoacán, México, 2006). Asimismo, ha
escrito el libro Wittgenstein. El vienés errante (Ediciones Coyoacán, México,
2009), una aproximación biográfica y contextualizada a los principales temas de
ese pensador, referente de la filosofía del siglo XX en medio de la barbarie y
la persecución nazi.
Como autor concernido por la universalidad y que piensa que
lo local –o lo que el poder hegemónico denomina como “local” o “minoritario”–
también expresa lo universal, se ha preocupado por desarrollar el pensamiento
en euskera con la coordinación o la autoría de varios libros en dicha lengua:
Ludwig Wittgenstein. Ética, ciencia y antropología (Ludwig Wittgenstein. Etika,
zientzia eta antropologia, Jakin, Donostia-San Sebastián, 2000), Kant y la
revolución de la Modernidad (Kant eta Modernitatearen iraultza, Jakin,
Donostia-San Sebastián, 2005), Desarrollo Sustentable y Responsabilidad Social
(Garapen Iraunkorra eta Gizarte Erantzukizuna, Jakin, Donostia-San Sebastián,
2010).
Obtuvo el Premio
Joseba Jaka de ensayo en euskera, escribiendo el libro El ángel de Walter
Benjamin a través del bombardeo de Gernika (Walter Benjaminen aingerua
Gernikako bonbardaketatik, Elkar, Donostia-San Sebastián, 2010). En euskera
también ha publicado un poemario y en la actualidad está preparando una
traducción a dicho idioma de La Sociedad del Espectáculo de Guy Debord.
A continuación el dialogo con mi amigo filosofo Ignacio
Ayestarán Uriz, quien impartió docencia en el master de filosofía en mundo
global conducente al doctorado “La Globalización a Examen: Retos y Respuestas
Interdisciplinares”, el cual se lleva a cabo en convenio entre la Universidad
del País Vasco (UPV/EHU – Donostia-San Sebastián) y la Universidad Autónoma de
Santo Domingo (UASD).
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Andrés Merejo (A.M): Cuando vivía en la ciudad de Nueva
York, en la década de los noventa, cayó en mis manos el texto Para comprender Ciencia, Tecnología y
Sociedad (1996), donde usted hace una reflexión sobre el “Modernismo reaccionario
y técnica: Heidegger frente a Nietzsche y Jünger”. Nos gustaría saber su
focalización en estos tiempos cibernéticos, en la que tal discurso filosófico
tecnológico, aunque guarde cierta relación con el cibermundo de hoy, sus
miradas no encajan en el marco del sistema como tal , porque no se trata de
simple dispositivos (manipulable o no) sino de un sistema que envuelve toda un
discurso filosófico que implica el sujeto cibernético, el poder virtual
(control del cuerpo como almacén de información), la cibercultura, que va más
allá de un conjuntos de aplicaciones interactivas, ya que van moldeando el
cerebro (plasticidad cerebral) y la misma cibersociedad (entornos virtuales
educativos, cibereconomía y ciberpolítica) que va dejando atrás en muchos
aspectos la sociedad tal como existía en ese momento en el que apareció el
texto mencionado más arriba.
Ignacio Ayestarán Uriz (I.A.U): En toda filosofía sobre la
tecnología hay una parte troncal que resulta casi perenne, consustancial a la
raíz antropológica del ser humano, pero, a su vez, hay otra parte variable,
dependiente de los propios procesos de evolución y dilucidación de los dispositivos
y sistemas tecnológicos. A un autor como Martin Heidegger le debemos que en el
siglo XX se reconociera la tecnología como un tema de tratamiento filosófico de
primer orden. Ello no obsta, sin embargo, para reconocer también que ha habido
desarrollos posteriores en las trayectorias tecnológicas y tecnocientíficas que
conviene analizar con más precisión de lo que hizo el propio pensador alemán.
Heidegger le critica a Ernst Jünger que su figura del trabajador como
representante de la técnica es un exponente de la voluntad de poder de
Friedrich Nietzsche. Ahora bien, no nos basta con decir eso: debemos escrutar
todos los efectos de poder que ello supone, siguiendo también los propios
procesos contemporáneos. En un momento dado Heidegger llegó a caracterizar la
Modernidad como “la época o el tiempo de la imagen del mundo”. En la fase de
globalización contemporánea, ahora nos toca seguir pensando qué significa
analizar y vivir en un “mundo”, así como añadir una cuestión ulterior: qué
supone vivir en el tiempo o la época de la imagen del cibermundo.
A.M.: Se puede apreciar en la respuesta anterior que no se
puede pensar la filosofía al margen de la tecnología, que esta es recurrente
desde los presocráticos hasta nuestros tiempos. ¿Pero fue la filosofía primero,
luego vino la técnica, la tecnología como mera habilidad? Con más intensidad:
¿el filósofo del presente ha de repensar la tecnología en una dimensión diferente
tal como se situaba en la mitad del siglo XX, antes de filosofar sobre el
ciberespacio? ¿Es el cibermundo una extensión de ese mundo de la tecnología que
llegó a situar la Escuela de Frankfurt y también el mismo Heidegger?
I.A.U.: En esta cuestión conviene distinguir entre técnica,
tecnología y tecnociencia. La técnica es la forma primera que tuvo el ser
humano para relacionarse con su entorno y también para coordinarse con otros
seres humanos. Es la parte más artesanal de la actividad humana, sin olvidar,
por otro lado, que el lenguaje mismo fue de las primeras técnicas –por no decir
directamente la primera– que el ser humano utilizó y que, al mismo tiempo, lo
constituyó y lo conformó. A partir de la Modernidad –o de la Modernización, si
se prefiere–, la técnica da un paso cualitativo y se transforma en tecnología,
que ya no es artesanía, sino una técnica de base científica y producción
industrial seriada. Posteriormente, a partir de la Segunda Guerra Mundial,
aparece otro fenómeno, que es la tecnociencia, que ya supone la hibridación
entre lo científico y lo tecnológico. Cuando un Aristóteles, por ejemplo, pensó
la relación entre physis y téchne, lo hizo en términos de la
técnica antes descrita, porque ese era su mundo. Cuando la Escuela de Frankfurt
y Heidegger meditan sobre los nuevos productos y procesos industriales, están
ya en el ámbito de la tecnología, desde los medios de formación de masas –tema
de La dialéctica de la Ilustración de
Adorno y Horkheimer– hasta la central hidroeléctrica sobre el río Rin –un
ejemplo tan caro a Heidegger–. Por tanto, la filosofía que se preocupa de
pensar su propia época no puede prescindir de los desarrollos técnicos y
tecnológicos. Así que nuestra tarea también es pensar los fenómenos y los
acontecimientos que nos circundan y nos atraviesan: el cibermundo, el
Antropoceno de base capitalista o Capitaloceno, la fusión de nuevos medios de
producción y financiación, la sombra de la tecnología nuclear que sigue ahí
aunque ya casi no se menciona, las formas de urbanización y socialización
masivas, incluso el extractivismo, que no solo es una cuestión económica, sino
también epistémica y ontológica, como bien ha apuntado Ramón Grosfoguel, hasta
la forma de colonialismo interior que denuncia Silvia Rivera Cusicanqui.
A.M.: En otra parte del texto (ibíd., p.137-148) usted
articula la filosofía de Michel Foucault con la relación del poder y la
filosofía de la tecnología, la cual implica el discurso sobre los diversos
tipos de tecnologías del propio Foucault. ¿Dónde cree usted que se quedó este
filósofo si lo repensáramos en el cibermundo de hoy? ¿Hay que repensarlo desde
el cibermundo? De hacerlo así, ¿qué nos queda de este filósofo del poder, al
cual Gilles Deleuze situó en el discurso de los dispositivos de encierro, no en
la nueva configuración de poder, la sociedad de control?
I.A.U.: El Foucault más tardío se dio cuenta de que había
un campo que no había explorado: las tecnologías del yo. La cuestión es que no
solo había tecnologías del poder, sino también técnicas y tecnologías del yo,
desde la Antigüedad hasta el presente, que son aquellas que hacen que el
individuo actúe sobre sí mismo. Podríamos pensarlas como una prolongación del
propio trabajo foucaultiano sobre las tecnologías del poder en relación al
sujeto. En este sentido veo cierta proximidad entre los planteamientos de Foucault
y los de Deleuze, más allá de lo que el propio Deleuze reconoció. Es verdad lo
que dice Deleuze sobre la diferencia entre las tecnologías del encierro y las
tecnologías de la sociedad de control, pero estoy convencido de que entre los
dos pensadores hay un terreno común a través del concepto de “dispositivo”, que
Deleuze recupera y comenta en homenaje a Foucault también. El dispositivo va
más allá de la herramienta y, me atrevería a decir, más allá del sistema
tecnológico. Por tanto, nos incluye, nos atraviesa y nos constituye. Desde este
punto de vista, el uso de las tecnologías propias del cibermundo entra en la
temática de los dispositivos y, por qué no decirlo, de las tecnologías del yo.
La persona como avatar en el mundo de Internet, las formas de socializar,
exponer y exponerse en ese tipo de tecnologías, sus efectos de subjetivación,
son otras tantas maneras de construir mundo o cibermundo. Ahora bien, también
me gustaría señalar que, como usted bien señala en varios de sus escritos, no debemos
caer en la ceguera de pensar que este es un proceso homogéneo y unilateral,
pues se mezclan con frecuencia procesos pre-modernos con otros modernos y
tardo-modernos o trans-modernos. El mundo no tiene el aspecto de la creación de
una divinidad omnipresente y omnisciente, sino más bien el aspecto y la
constitución de una tensión de fuerzas, cruces, procesos y tiempos que se
asemejan más a un patchwork dinámico. A pesar de vivir en la era de los drones
y de los macrodatos o Big Data, el mundo se parece más a una almazuela tejida
con nuestras propias existencias a retazos.
A.M. Bueno, sin dejar las reflexiones anteriores, vamos a
situarnos en un tiempo filosófico político, en el cual el sujeto está viviendo
como transido, hipertransido, transido tránsito, donde el mismo concepto de lo
transido no solo remite a lo abatido, al dolor moral o físico, porque no
significa un inmovilismo, ni un dualismo pesimismo/optimismo en el que vive el
sujeto, ya que lo transido, como transir es atravesar, pasar, no solo se queda
entrampado en el abatimiento, de ahí que en el Cibermundo (ciberespacio) y el
Mundo (espacio), hay países como República Dominicana, Chile, Argentina, que
viven transidos, hipertransidos como Etiopía , Haití, República Democrática del
Congo, o transido tránsito como el que vive el pueblo de Cataluña y otras
regiones de España ¿No se puede descartar de España y sus regiones pasar de lo
transido tránsito(como paso, no la intensidad de una permanencia) y situarse en
lo transido?
I.A.U. En el estudio que usted ha hecho sobre lo transido aplicado
a la República Dominicana hasta llegar a la conceptualización de “la
dominicanidad transida” hay un ritmo que ha hecho también activar en mí ciertas
resonancias frente al caso español. El Reino de España ha presumido en las
últimas décadas de haber superado el cruel régimen del dictador Franco con un
proceso de democratización al que llamó “la Transición”. Sin embargo, el primer
intento de realizar un proceso constituyente republicano –en Cataluña– ha
desenmascarado claramente la pretensión ilusoria de esa transición. El Reino de
España se encuentra actualmente en una fase de involución democrática, que
afecta gravemente a cuestiones básicas como los Derechos Humanos. Hace pocas
semanas una organización como Human Rights Watch(1) ha publicado un informe
donde ha denunciado la violencia desproporcionada que desplegó la policía
española contra la población civil en el referéndum pacífico del 1 de octubre
en Cataluña. En esta línea, frente a la represión y al encarcelamiento de las
ideas políticas, Eduard Punset(2) ha criticado la imagen de “la transición”
española en un artículo reciente con las siguientes palabras: “No puedo parar
de pensar en Montesquieu y en la dichosa separación de poderes.
Desgraciadamente, la separación de poderes en España no existe. Debo admitir
que la ‘transición benevolente’, de la que tanto nos llenamos la boca, aceptó
también renunciar, al menos por el momento, a la famosa división de poderes en
el Congreso como sistema de representación pública; esto fue así, entre otras
cosas, porque entre los políticos de entonces ninguno aceptaba que el Poder
Judicial no fuera elegido también por ellos mismos. Recuerdo conversaciones
mantenidas con políticos de carácter benevolente a los que intenté convencer de
que una cosa no podía ir sin la otra. Lo había aprendido en el exilio. Y así
están las cosas: aún vivimos en un país donde alguien puede ir a parar a la
cárcel por sus ideas políticas”. La ausencia de separación de poderes ha
llegado a unos niveles insoportables que hacen que las reacciones del Reino de
España sean las propias de un Estado fallido, no solo en lo económico, sino
también en lo institucional. En estos momentos en España no existe realmente lo
transido como transición, sino solamente lo transido como apagamiento o
acabamiento en la decadencia de una estructura monárquica, centralista y
autoritaria.
A.M.: Siguiendo sobre la concepción de lo transido, en una
lectura que hice sobre el primer texto que escribiera Camus “El revés y el
derecho”, que data de los años treinta del siglo XX, hay una parte en el que se
refiere al “Alma transida”, donde narra su vivencia en Praga, cuando vivió
atravesado, no solo abatido, estacionado en el dolor permanente, sino fluido,
transitorio, o lo que he llamado transido tránsito.
I.A.U.:Me alegra que cerremos este diálogo apelando a la
literatura, esa técnica de la escritura que nos concierne como uno de los
distintivos de lo humano. Encuentro tremendamente atractiva y, al mismo tiempo,
inquietante la presencia de lo transido tanto en ese texto de Albert Camus como
en el poema de César Vallejo, “Transido, salomónico, decente”, que sirve de
inicio a su libro sobre la dominicanidad y que da pie a la posterior reflexión
que usted ha desarrollado en torno a lo transido. En el poema de Vallejo, como
ya tuve oportunidad de manifestárselo, resulta crucial el verso: “¿Recordar?
¿Insistir? ¿Ir? ¿Perdonar?”. La caracterización de transir como un insistir y
un ir a la vez en el centro del verso, sumada al juego dialéctico entre
recordar y perdonar en la apertura y el cierre del verso, hace de este uno de
los máximos exponentes de la experiencia de lo transido, con dureza, pero sin
pesimismo, algo muy propio de Vallejo. A Camus y Vallejo sumaría también un
fragmento del “Canto de la locura”, un poema de Francisco Matos Poli, escrito
en unas condiciones durísimas, que, sin embargo, dicen:
“Ya está transido, pobre de rocío,
este enorme quetzal de la nada.
No bastan los signos hirvientes,
las manos colmadas, los ríos,
las lenguas atadas.
No bastan los dolorosos caminos”.
Quizá no somos más que un quetzal de la nada transido, pero
por eso mismo no nos bastan los signos, las lenguas atadas, las manos colmadas,
los ríos, ni los dolorosos caminos. Me parece que no hay forma mejor para
terminar este diálogo que estos versos. Gracias por haberme ofrecido la
oportunidad de conversar y reflexionar con usted.
Notas: 1). Human Rights Watch (2017):
“España: La policía utilizó la fuerza de manera excesiva en Cataluña”. Enlace
al informe: https://www.hrw.org/es/news/2017/10/12/espana-la-policia-utilizo-la-fuerza-de-manera-excesiva-en-cataluna.
2). Eduard Punset (2017): “¿Por qué me tengo que
callar?”. La Vanguardia, 09/11/2017. Enlace al artículo:
http://www.lavanguardia.com/politica/20171109/432721596226/eduardo-punset-presos-callar.html.
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