El Legendario hacker Gritón
Cuando
apenas iniciaba mi aprendizaje por el mundo de lo cibernético y el conocimiento
de la tecnología de la información en los Estados Unidos, un amigo
experto en programación, no se cansaba de hablarme del legendario hacker
argentino Julio Cesar Ardita, más conocido como el gritón. El porqué ese
nombre, todavía es una incógnita. Sin embargo él, publicaba en la red, bajo ese
apodo.
Ardita
es un legendario hacker, muy conocido en América Latina por parte de la cultura
del hackictivismo. Ingresó al mundo del hackeo sin estrategia definida y
con un espíritu aventurero, por lo que entraba en ese momento, en la clase
hackers llamados cautivos. Su accionar iba más allá de la barrera que le
imponía toda la seguridad de los poderes digitales. Sus pasiones aventureras
las puso en práctica cuando logró en el 1995 hackear o irrumpir, en empresas de
comunicación y en varias computadoras del Pentágono y haber robados
una series de contraseñas de la Universidad de Harvard y con lo cual pudo
acceder a los sistemas de cómputos de la NASA y de instituciones militares de
Estados Unidos.
Ardita
fue condenado por dicho país al pago de cinco mil dólares y a cumplir con
servicio social, como el de impartir docencia de computadoras Los gastos que
hizo la seguridad de ese país en su viaje a Argentina, para
detenerlo y juzgarlo en Boston,
Massachussets, costó más que la condena que le impuso el sistema Judicial de
ese Estado.
Es de
ahí, que no podemos ver al hacker de acuerdo a los intereses de determinado
grupo de poder, ya sea del poder virtual o real. El hackeo es una lucha de
poder, de intereses, que tiene que ser bien manejado por comunicadores
respetable y los sujetos interesados en este tipo de accionar, al menos que de
antemano se quiera condenar a alguien por irrumpir en un sistema computacional
determinado. Habría que ver si tal condena es resultado de un grupo de hackers
o de partidos , empresa que los tienen como parte de su proyecto social y
económico. No es lo mismo el hackeo en el plano de lo político que en el
plano de lo empresarial; el hacker cautivo que el delincuencial. Son acciones
diferentes.
En tal
sentido, mi reflexión sobre este tema inició en la última década del siglo
pasado, en los 90, como resultado de una construcción filosófica articulado al
discurso y al poder digital. En este contexto la relación del sujeto (hacker)
se define de acuerdo a su discurso y accionar sobre ese poder digital y social.
No en la simple reproducción de este discurso, que forma parte de la
reproducción de opinión y no del conocimiento sistemático y reflexivo, con
espíritu crítico. Mi discurso filosófico y lo epistemológico no deja enredarme,
aunque lo contenga, en el ciberespacio y las
redes sociales. De ahí, mis grandes discusiones con mi colegas de
informática en La Guardia Community
Collage de Nueva York. Ellos son informáticos, tecnólogos y
programadores, en cambio yo soy filósofo , informático y especialista entornos virtuales.
Asumo
que Ardita, no apuntaba en su hackeo contra los poderes digitales, no articuló
lo cibernético con lo social y no trabajaba para empresa en particular, ni
pertenecía a un grupo de hackers específico, como tampoco estaba a favor o en
contra del poder social y digital. De ahí que entraba en la categoría en
un hacker cautivo y para este tiempo en que existe La legión de Anonymous, pertenece a los hackers empresariales,
similar al caso del hacker Kevin Minick.
Hoy el Gritón tiene un discurso del orden digital y habla más de seguridad, de
recuperación y protección de la información y de la vulnerabilidad de los
sistemas informáticos, sobre como protegerlos frente a otros hackers, que, de
seguro los cataloga como cracker.
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