lunes, 24 de junio de 2013

Ética Profesional


El intelectual y  el poder en la era del cibermundo

Andrés  Merejo


La palabra del escritor tiene fuerza porque brota de una situación de no fuerza. No habla desde el Palacio Nacional, la tribuna popular o las oficinas del Comité Central: habla desde su cuarto. No habla en nombre de la nación, la clase obrera, la gleba, las minorías étnicas, los partidos, ni siquiera habla en nombre de sí mismo: lo primero que hace un escritor verdadero es dudar de su propia existencia.

(O.Paz (1986:307)

I
En el 2003, en esta Universidad APEC se realizó el primer coloquio  sobre los Intelectuales y el Poder, en donde varios escritores abordaron la temática desde la perspectiva histórica, social y política, de manera específica, desde la relación de los intelectuales  con una de las instancias del poder dominicano: El Estado.
En dicho coloquio se revelaron los diversos ejercicios de poder autoritario que ha recaído sobre los sujetos desde 1844. Los primeros representantes de ese ejercicio de poder político autoritario fueron Santana y Báez, a los que les siguieron Ulises Heureaux y Trujillo.  En la década de los 80 del siglo XIX y en la dictadura de Lilís y en complicidad con la Iglesia católica, el intelectual Eugenio Maria de Hostos fue expulsado del país. Su pensamiento se convirtió en amenaza del fango  moral e inquisidor de la época, dirigido por el clero y el poder político. Lo acusaron de ateo y de proscribir a Dios de la escuela, por lo que era visto como un renegado y anticatólico que debía abandonar el país cuanto antes[1].
El pensamiento intelectual que  tomaba en cuenta el poder oligárquico de esa época  no era el de Hostos,  como tampoco el del Pedro Francisco Bonó, sino el del padre Billini y el de Fernando Arturo de Meriño.
             Un intelectual que cayó en desgracia bajo la  dictadura de Trujillo  fue Américo Lugo, quien  rechazó la lisonja del poder y los ofrecimientos de ocupar cargos públicos.  Trujillo  le ofreció comprarle su conciencia por  la suma de 5 mil dólares o en su efecto, un puesto en el servicio diplomático o en la judicatura en lo que recobraba la salud.
Pero en una carta a Trujillo[2], Lugo le dice:

Yo no podría escribir ese trozo de historia, por dos razones: la primera, mi falta de salud; la segunda, mi falta de recursos. Recibir dinero por escribirla en mis presentes condiciones, tendría el aire  de vender mi pluma, y esto ni tiene precio.


Luego, a la dictadura trujillista, le siguió Joaquín Balaguer  quien   construyó todo un orden basado en las concepciones autoritarias y de corte trujillista.  Su discurso político  autoritario ha sido coherente con su ejercicio de gobierno antidemocratico (1966-1978, 1986-1996)  y  excluía todo pensamiento que no fuera fundamentado en el conservadurismo y en el orden contra la libertad.  En los primeros doces años de dictadura, la mayoría de los intelectuales enfrentaron al poder balaguerista con discursos provistos de concepciones revolucionarias y la búsqueda del mito, de la edad de oro,  el socialismo y el comunismo. Estos intelectuales de izquierda fueron más rebeldes que revolucionarios, ya que su visión del poder era instrumental, de aparato de Estado y de partido único.
Como podemos apreciar bajo en la dictadura de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer, en el siglo XIX y XX  se han producido las tradiciones más  autoritarias, antidemocráticas del país,  en donde los intelectuales que han sido críticos de la cultura, de la política y del pensamiento dominicano han pasado las de Caín, las de Prometeo encadenado o el fusilamiento[3].

En ese panorama de tradición autoritaria, de  tensiones, en fin de vicisitudes en que han vivido los intelectuales críticos dominicanos en los siglos XIX y XX frente a las diversas instancias de poder y de manera principal, del Estado autoritario,  no se puede ser indiferente. Tal postura sería ser cómplice del mismo poder que lo ha querido  condenar al ostracismo.

Por lo tanto, apuntamos en esta década del siglo XXI a la profundización de una postura crítica del poder autoritario y por la democracia participativa, pluralista y de afianzamiento crítico contra el poder y su verdad-totalidad, luchar porque este sea  descentralizado a su máxima expresión y de una participación ciudadana real.
En tal sentido la asunción de una ética del sujeto es imprescindible para moverse en las diversas instancias de poder.
            Habría que determinar con cuáles instancias de poder es que los intelectuales dominicanos mantienen hoy en día su relación más comprometedoras y si esta afecta su producción discursiva, critica y de nuevo conocimiento.
Puede ser que un intelectual trabaje en el Estado, en una universidad pública o en determinada empresa, y por estrategia de sobrevivencia no critique la instancia de poder en donde trabaja, lo cual es correcto desde su postura ética y si lo hiciese también es correcto a condición de renunciar al puesto y decir por qué, ya que el suicidio es una postura no ética en la que no debe caer ningún sujeto, al menos que sea el mismo poder que lo elimine. No se le puede hacer el trabajo al verdugo.
Si algo buscan los poderes políticos, económicos, familiares y culturales es eliminar por medio de la inanición a los sujetos que piensan de manera crítica y que en última instancia ha dejado huellas en la historia con sus discursos filosóficos, culturales, educativos, científicos y políticos.
 Hay que comprender que el intelectual puede ser crítico de determinada instancia. En este caso, el Estado y su gobierno pueden sin embargo ser conservadores o autoritarios en otras instancias de poder, sea familiar, universitaria. Por lo que la ética del intelectual debe apuntar a revelar parte de su vida, de su consagración a lo que ha vivido en discursos  escritos, en la obra, la cual revelará en la historia el trayecto de su pensamiento en relación al poder y sus instancias. Si así no lo hiciese, entonces no existiría como tal.

La postura del intelectual ético conspira contra la moralina de “de indignación y de reducción”,  que según Morin, (2004:61) la  indignación “sin reflexión ni racionalidad conduce a la descalificación del prójimo”. Cuando la indignación se cubre de moral no es “más que una máscara de cólera inmoral” y  la moralina de  reducción  reduce “ al prójimo a lo que tenga de más bajo, a los actos malos que ha realizado, a sus antiguas ideas nocivas, y le condena totalmente”. Cuando estos actos  o ideas no son la vida misma, la cual “evoluciona”, se entreteje en las relaciones de poder de manera compleja.

En esta década del siglo XXI la patria dominicana, que ha girado entre el autoritarismo y el liberalismo y  ha forjado los caracteres familiares, de la madre y el padre, del respeto, el amor, la consagración, a los afectos de una tradición de ser sujeto dominicano, con destino común,  cultura y lengua, hoy está rota, desmigajada por sus propios hijos.
Patria rota que no se mira hacia adentro, hurgando en nuestra historia de pensamiento, en cómo han fracasado los proyectos liberales, y ha predominado la desorganización social, la corrupción y el autoritarismo y la historia del hambre.  Patria rota, que tiene en extremo a Juan Bosch y en otro José Francisco Peña Gómez y en sus huecos repleta de la práctica moralina de la descalificación, de la condena y la destrucción del otro, que nos es más que la destrucción de todos, porque formamos parte de esa patria.

Por eso, mi discurso intenta repensar la patria en el siglo XXI, en el plano de  la complejidad, en el espacio social y el ciberespacio virtual, en lo continuo y discontinuo, sin  aposentarse en conjuntos de ideas repetitivas y derrotistas, que no  aportan nada a la sociedad dominicana.
De ahí que la relación del intelectual y el poder para ser comprendida en estos tiempos tiene que ser pensada en términos de las relaciones de poder cibernético, virtual y digital que se mueven en el mundo y de donde ha emergido el cibermundo, que ha traído una nueva forma de analizar la política, la ciberpolítica.

II
En su texto  Historia de la sexualidad. Volumen 1,  Michel Foucault (1984:112) dice que el poder no puede entenderse como el conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos en un Estado determinando. Así como tampoco un sistema general de dominación ejercida por elementos o un grupo sobre otro; más bien hay que entender que se trata de multiplicidad de las relaciones de fuerzas inmanentes y propias del dominio en que se ejerce, y que son constitutivas de su organización.
Por lo que no debe buscarse su existencia en un punto central, en un foco único de soberanía del cual irradiaría formas derivadas y descendientes, ya que el poder está en todas partes.
Foucault  no sienta en el banquillo de los acusados a la economía capitalista, como tampoco a su instancia, el Estado, sino que sienta al mismo poder. Por lo que de una u otra manera lo sujetos mantenemos determinadas relaciones con el poder (cristalizado en el Estado) y sus múltiples instancias[4].

Ahora bien, las nuevas formas de poder social ha ido cambiado y será en la década de los 90 del siglo XX que los intelectuales y el poder deben colocarse más allá de Foucault, y quien mejor que su amigo Gilles Deleuze para explicar cómo las sociedades  disciplinadas, organizadas en los grandes espacios de encierro y que Focault situó en los siglos XV111 y XIX con su apogeo a principios del siglo XX, entraron en crisis y han estado siendo sustituidas por la sociedad de control, en donde el marketing es el instrumento que forma  la nueva raza impúdica de nuestro dueño[5] .

            Por lo que se desprende que el sujeto no se encuentra encerrado, sino endeudado, en un mundo virtual y de relaciones de poder digital y biométrico.

Después del 11 de septiembre del 2001 (derrumbe de las torres gemelas y parte de lo que es el Pentágono) se ha puesto en marcha lo que era tan solo experimento, lo biométrico como dispositivo de  control social. Lo biométrico  funciona basándose en la identificación de los sujetos, del saber de la vida por medio de las huellas digitales, las manos, el iris de los ojos, la cara, la voz y la firma. Es una nueva forma de  poder edificada en  redes sociales cibernéticas que ha resquebrajado la forma de vigilar y castigar  pensada por Foucault.

Solo  basta mencionar las funciones que ejercen las tarjetas de crédito, las cámaras digitales de vigilancia, el pasaporte biométrico, la licencia y  el E-Zpass, para darnos cuenta cómo el control social de los sujetos se ejerce de manera cotidiana en el primer mundo y cibermundo global
.
Esto no significa que la forma de poder social en nuestro mundo -violencia y discurso, coacción y persuasión, dominación política y enmarcado cultural-  han cambiado fundamentalmente desde nuestra experiencia histórica, como bien lo puntualiza Castells (2009:81) cuando coloca el poder en este siglo XXI en relaciones de cambio de dos formas que  giran “alrededor de la articulación entre lo global y lo local y organizado principalmente en redes, no en unidades individuales” (…). Sino en  redes  múltiples y en donde “las relaciones de poder son especificas de cada red”.  Nos dice que “hay una forma de ejercer el poder común a todas las redes: la exclusión de la red”.

En esta era del cibermundo, cuya plataforma es el ciberespacio y sus movimientos son redes globales, con controles digitales, también ha producido su resistencia, todo poder generar resistencia, forma de lucha y ante todo de crítica. Castells (2010:84) llega a puntualizar que: 

 Resistirse a la programación e interrumpir las conexiones para defender valores e intereses alternativos son las formas de contrapoder que ejercen los movimientos sociales y la sociedad civil -local, nacional y global- con la dificultad de que las redes de poder son normalmente globales mientras que la resistencia del contrapoder suele ser local.

Por eso el pensar en  lo virtual, en lo ciberespacial, en el mundo cibernético (cibermundo), es pensar en la implicaciones sociales que esta nueva forma de control de poder digital ha estado produciendo en los sujetos sociales, específicamente en los intelectuales, muchos de los cuales piensan que la crítica al Estado es la crítica al poder. 

Castells (2009)  cita a Poulantzas en cuanto que el poder no se localiza en una esfera  o institución social concreta, sino que está repartido en todo el ámbito de la acción humana. Aunque estas relaciones de poder se han transformado en esta era del cibermundo, ya que implican el poder de la redes y de control social digital. Esto no significa que el intelectual haya perdido su función crítica y que vive momificado por su incorporación a unas o varias de sus instancias.
Aparte de abordar la relación del intelectual con las diversas instancia de poder, de manera específica, el Estado, habría que estudiar si esos intelectuales se encuentran anquilosados y esterilizados con relación a los cambios de época y de innovación epistemológica que han se estado dando en esta era del cibermundo. Que su saber no sea participe de la reproducción de un saber–poder que contribuye a la permanencia de lo establecido en el plano filosófico, social, político y cultural.
            Porque de lo que se trata no es de ser rebelde del saber-poder, sino de transformarlo en todas sus dimensiones, incluyendo el tiempo, ya que como dice Bourdieu (1999:302):

 La espera es una de las maneras privilegiadas de experimentar el poder, asi como el vinculo entre el tiempo y el poder, y habría que inventar, analizar, todas las conductas asociadas al ejercicio de un poder sobre el tiempo de los demás, tanto por parte del poderoso  (dejar para más tarde, dar largas, dilatar, entretener, aplazar, retrasar, llegar tarde, o la inversa, precipitar, sorprender) como el paciente, como suele decirse en el universo médico, de los paradigmas de la espera ansiosa e impotente.


Colocarse contra la totalidad y verdad gramsciana  (1980: 392) en cuanto que todos los sujetos sociales son intelectuales y situar la especificidad de redes sociales y digitales, conforme al intelectual crítico ante el  poder social y el control digital.
Por eso, la función  que rescato de ser intelectual es la de criticidad ante las diversas instancias de poder y la producción de nuevo saber que atomice la momificación del discurso del poder tanto real como virtual.
Tal  concepción va contra lo abordado por  Barthes (1983: 234) cuando dice que la “rebeliones contra la ideología burguesa” que sería la “vanguardia”  tienden a ser “socialmente limitadas y recuperadas”.

El crítico francés deja entrever que toda lucha contra el poder y sus diversas instancias es inútil, no porque el lenguaje, el poder y la sociedad vayan a dejar de existir, sino porque dicha rebelión “proviene de un fragmento de la burguesía misma, de un grupo minoritario de artistas, de intelectuales, sin otros público que la clase misma que impugnan y que siguen siendo tributarios de su dinero para expresarse.

Si el intelectual crítico del poder y los poderosos termina en su trayectoria discursiva recuperado por el poder, eso no va depender de las afirmaciones barthesianas, sino de la intensidad crítica a las ideologías, a los totalitarismos de izquierda y derecha, que dicho intelectual produzca,  así como del valor de su obra, en cuanto a la producción de nuevo conocimiento cultural, social, filosófico, tecnológico y educativo, como además su decir–hacer que sea ejemplo  en el campo en que se desenvuelve.

            Aunque la obra del intelectual no escapa a la ideología, esta no puede quedar entrapada en dicho sistema, tiene que ser crítica de su contenido de totalidad, verdad y unidad. Por lo que no se trata de una rebelión contra el poder, como apunta Barthes, sino de su transformación del ámbito del saber-poder, ya que todo rebelde es recatado por el poder, tal como él lo afirma, sin embargo el que lucha por su transformación y la fragmentación de la totalidad a su máxima expresión, puede abrirse una línea de fuga, en el sentido de Deleuze, en esas relaciones de poder.
Tal como bien señala Foucault (1999:107)  cuando expresa que:

El papel de intelectual no  es el de situarse un poco en avanzadilla o un poco al margen para decir la muda verdad de todos; el papel del intelectual es, ante todo, luchar contra las formas de poder allí donde éste es a la vez objeto e instrumento: en el orden del saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso.



Es de ahí que el  intelectual que  reproduce el orden del saber, de la verdad, de la conciencia, del discurso inmanente del poder que lo controla, queda atrapado en ese poder, en su ámbito de saber, que no necesariamente tiene que ser el Estado, sino otras instancias , como el campo universitario o empresarial.
Lo contrario es situarse, no en una lucha  cuestionadora y de  transformación, de creatividad, sino en el plano inmanente del poder de la repetición y la aceptación del orden con criterio de verdad y totalidad. Lógica de todo poder que se cristaliza en la razón de Estado.

El intelectual que pretende reflexionar con relación al sujeto[6], al poder, a la sociedad, tiene que entender cómo la innovación tecnológica y cibernética han estado incidiendo en las relaciones sociales en donde la microelectrónica, la informática, la biogenética, la robótica y las redes sociales virtuales y reales han construido en el mundo un cibermundo, y por lo tanto una nueva forma de  poder que se mueve en la  vigilancia, los dispositivos electrónicos de espionaje y en el control de los sujetos a través del método biométrico


Vivimos en un cibermundo que entreteje redes de poder digital como un rizoma, de nodos o vértices y  aristas o conexiones que no dejan escapar a los sujetos. Pero eso no debe preocuparle a los intelectuales que pasamos de 45 años, sino a la generación net y de nativos digitales que han comenzado a lidiar contra los efectos de esos poderes de redes y de control social real y virtual, los cuales se ha estado construyendo sobre conforme a la ciberpolítica.

La ciberpolítica es la expresión y la manifestación que sienten los  intelectuales  cibernéticos de realizar actividades políticas en el cibermundo, de manera abierta, plural y sin que medien los entornos reales, sino virtuales. La ciberpolítica ha traído el ciberactivismo, la cibermilitancia de grupos  y partidos de diversas corrientes ideológicas, defensores del medio ambiente, de las libertades individuales, de la mujer, de la minoría y de las tendencias democráticas y plurales.
En este panorama ciberpolitico entra Wikileaks, que es una página electrónica que tiene unos tres años de presencia en el ciberespacio y que cuenta con más de ochocientos colaboradores y cientos de cibervoluntarios repartidos en todos el cibermundo.
El periodista Villamar (2010), en un programa de televisión de Ecuador  dice:

En total son 251.288 cables y se estima que una sola persona demoraría 70 años en leer todos los documentos. Los cables abarcan el periodo de 44 años que va desde 1966 hasta febrero del 2010 y se originaron en 274 oficinas diplomáticas de los Estados Unidos en el mundo. Assange escogió a 5 de los más importantes periódicos en el planeta para entregarles la información hace un mes, también hizo copias para 100 mil personas a nivel mundial como seguro de vida.
                                          
       Los miles de documentos, cables de información que controla Wikileaks apuntan a la denuncia de actos de corrupción política en muchos países del mundo y en particular en algunos latinoamericanos, como el caso de República Dominicana, o en el Medio Oriente, como el genocidio a la población civil de parte de las tropas norteamericanas en la guerra de Iraq o al describir el estado psicológico de muchos gobernantes en el mundo.
       Es en este contexto mundial, preñado de redes y contraredes sociales y virtuales que se entreteje el poder digital y real. Ahí es donde tiene que navegar la crítica y la participación del intelectual dominicano.

Bibliografía

·         Barthes, Roland (1983). Mitologías. México: Siglo XXI.
·         Bourdieu, Pierre (1999). Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama.

·         Castells, Manuel (2009). Comunicación y Poder. Madrid: Alianza Editorial.
·         Céspedes, Diógenes (1994). Antología de la oratoria. Santo Domingo: Sociedad de Bibliófilos.
·         Foucault, Michel (1999). Estrategias de poder. Barcelona: Paidos Ibérica, S.A.
·         - (1984). Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber. Siglo XXI. México.
·         Meschonnic, Henri (2000). Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje. Santo Domingo: Feria del Libro.
·         Merejo, Andrés (2007). La Republica Dominicana en el ciberespacio de la Internet. Santo Domingo: Búho.
·         -(2010). Conversaciones en el Lago. Narraciones filosóficas. Santo Domingo: Búho.
·         Morín, Edgar (2004). Método 6. Ética. Madrid: Cátedra.
·         -(2009).El método 2, La vida de la vida. Madrid: Cátedra. 
·         Gramsci, Antonio  (1980). Antología. México: Siglo. XXI
·         Paz, Octavio (1986). El ogro Filantrópico. México: Planeta
·         Piña-Contreras, Guillermo (2005 (editor). Los intelectuales y el poder. Coloquio Unapec Santo Domingo: Amigo del Hogar.

Enlace electrónico
·         Villamar, Marco.  (2010).













[1] Dice Franklin Franco que la educación dominicana se vio afectada por el enfrentamiento entre el educador Eugenio María de Hostos, defensor de la democracia y de la libertad de expresión y el dictador Heureaux, para quien el primero era un estorbo peligroso por su notable influencia en la juventud universitaria. Ver: Franklin Franco Pichardo. Historia del pueblo dominicano. Santo Domingo: Editora de la UASD, 2005.



[2] El escritor Diógenes Céspedes realiza un estudio sobre la Oratoria en Santo Domingo (1994:204) Véase para este estudio las cartas que le escribiera el intelectual Américo Lugo a Trujillo.


[3] El intelectual Diógenes Céspedes precisa cómo los efectos de las prácticas autoritarias ejercidas por los dictadores de la República Dominicana les han caído directamente a los intelectuales como : Eugenio Deschamps, un decir y hacer contra Heureaux durante más de treces años, murió a consecuencia de los balazos que le infirió en Puerto Rico  un sicario de Lilís (…) José Joaquín Pérez padeció duro exilio bajo Báez: Santiago Guzmán Espallat dejó su pellejo en una embocada que le tendió el cacerismo; las victimas intelectuales de Santana están documentadas en Poetas contra Santana, de Emilio Rodríguez Demorizi, igual que en el caso del lilisimo.  Para más referencia ver: Céspedes, Diógenes. Tres ensayo acerca de las relaciones entre los intelectuales, el poder y sus instancias. P. 10. Cuesta –Véliz Ediciones, Santo Domingo. 2003.

[4] Parte de estas ideas se pueden encontrar en la relación del filósofo y el poder, que se encuentra en mi texto Conversación en el lago. Narraciones filosóficas. P.71. editora la escalera, tercera edición. 2010

[5] Estas reflexiones sobre cómo funciona la sociedad de control, se encuentra en mi texto Conversaciones en el Lago. P. 151.

[6] Para Edgar Morin el sujeto no constituye  ni una esencia ni una sustancia, sino se trata de una cualidad o modalidad de ser, propia del individuo viviente. Es cierto que ningún sujeto viviente, salvo el hombre, puede expresar con el lenguaje su cualidad de sujeto. Pero  todo sujeto viviente lo expresa en su ser, su organización, su computación, su comportamiento. Por eso, la importancia de lenguaje, sujeto, poder, sociedad, aborda por  Meschonnic en Crisis del signo. Política  del ritmo y teoría del lenguaje (2000)  para diferenciar otra concepción sobre el sujeto que intenta colocarse más allá del lenguaje, en este caso la misma que Edgar  Morin (2009) plantea en su texto la Vida de la vida, método 2, p.202. Madrid: Cátedra.