miércoles, 13 de marzo de 2013

La cultura de la indiferencia





Si en algo se han caracterizado los gobiernos de turno que han dirigido el Estado dominicano en las últimas dos décadas, es en  darle un rostro al dominicano de pulpero, ventorillero, motoconchita  y paletero, los cuales han sido conectados al mundo de lo virtual y al mito de lo empresarial. Son, supuestamente, cibernautas enganchados a empresarios.
No entienden de ese mundo digital, ni les interesa. De ahí, su indiferencia cultural. Los gobiernos de turno son amantes del neoliberalismo en donde los rostros no entran en el juego de las relaciones humanas, sino en el de la mercantilización, en el de la cultura de la pobreza, que  a la vez es una indiferencia cultural.
Tal indiferencia es un cuadro dantesco, como el  de la Divina comedia,  donde Dante andaba perdido a mitad de su vida por los vericuetos del Purgatorio. Allí las almas se agitan, se sienten atrapadas y confundidas, ya que no saben si  van al Paraíso o al Infierno. Tal es hoy día la vida de una franja de dominicanos que viven atrapados en las precariedades del trabajo, el placer y el consumo, en el  pluriempleo, en un eje que les conectan con salarios que apenas dan para pagar la tarjeta de crédito que condensa los gastos cotidianos y sus permanente deuda.
De ahí, el movimiento de esta franja de dominicanos que son la pequeña burguesía derrotada, cansada , traicionada e indignada, por otros que fueron de su misma clase y hoy ascendieron gracias a su estrategia política que ha tenido como blanco, el Estado y sus diversas instancias. Dicho sector que vive en el Purgatorio, se mueve, entre este lugar y  la esperanza en el Paraíso, en donde están la minoría de políticos privilegiados, que ha llegado a ser hombre de éxito, gracias a la corrupción y la impunidad.
Si hoy la pequeña burguesía vive en un vendaval que gira entre la agitación social y su indiferencia cultural, es porque al parecer su alma no está mirando una esperanza encaminada a respirar aire paradisíaco, sino por el contrario, el fuego que le está calentando el trasero, que si sus miembros no se mueven, caerán en los nueve círculos del Infierno, que son los lugares de donde nunca han salido los pobres dominicanos.
Pero la grandeza de esas almas dominicanas, que son la inmensa mayoría, radica en que son trabajadoras,  viven buscándose el diario vivir, agotadas en la noche después de tanto pasar trabajo. Su pobreza es de conciencia, de una indiferencia cultural en cuanto a no levantarse en una lucha permanente contra los que han traicionado los ideales de Juan Pablo Duarte y que viven el circo de las ofrendas florales y los ritos ceremoniales de las fechas patrias.