El sujeto como observador viviente es contradictorio e irrepetible
en la sociedad, con él conviven diversas prácticas sociales: viene siendo padre,
hermano, hijo, profesional, consumidor, ciudadano y cibernauta.
El
sujeto cibernético de dimensión ética reconoce su existencia gracias al
lenguaje, que es la capacidad de simbolizar lo real, se autoobserva, se hace
crítico de sí mismo y se construye en una lengua-cultura especifica
interrelacionada con lo local y lo global.
En
el cibermundo, el cerebro del sujeto se mueve dentro de redes sociales,
económicas y ciberespaciales, mediatizadas por las imágenes y lo virtual.
Por eso al
navegar por la red de redes ciberespaciales una vez por semana, cuatro u ocho
veces al mes o cien veces al año, nos convertimos en sujeto
cibernético o cibernauta, es decir, en sujeto que tiene el ciberespacio de
internet o del teléfono móvil como fuente de trabajo, de investigación o
pasatiempo. Lo que no necesariamente deviene en sujeto cibernético de dimensión
ética, ya que la crítica y el cuestionamiento a la relaciones de poder y verdad
de los entornos virtuales, son puntos fundamentales a este tipo de sujeto.
Dentro de esa franja de sujetos cibernéticos
hay varias tipologías que son referentes sociales en las redes sociales del
cibermundo: Los Jóvenes Net y nativos digitales, los hackers, los teletrabajadores y los ciberpolíticos. Los de dimensión
ética, los de búsqueda de utopía y cuestionamiento de la verdad, totalidad y
poder social y virtual, son los que
cabalga con una ética del decir y hacer en este siglo XXI.
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