jueves, 28 de abril de 2016

Una hacker como posible ministra islandesa  (Papeles de Panamá, Wikileaks 2016)

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La compresión de una teoría de la ciberpolítica hay que articularla con una relación social digital entre sujetos cibernéticos (hackers, cibertrabajadores, ciberpolíticos, cibereducadores, ciberciudadanos), el poder digital (gobierno electrónico, automatización del proceso electoral, control virtual y cuerpo de seguridad digital) y su base de sustentación la cibereconomía (innovación, conocimiento, tecnociencia y cibercultura).
Los sujetos cibernéticos,  el poder digital y la cibereconomía forman rizoma ciberespaciales, redes sociales y medios informativos digitales. Es un sistema digital planetario. El cibermundo. 
Es sobre esa relación  que puede focalizarse la posibilidad de que una  hacker de formación contestataria como Birgitta Jónsdósttir, de la generación X (nació 1967) y excolaboradora de Wikileaks, tenga hoy amplia posibilidad de convertirse en la primera Ministra de Islandia, una isla en el Ártico, con apenas 330.000 habitantes y que fue de los primeros sacudiones que han provocado los papeles de Panamá (Wikileaks 2016)  con la renuncia del primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson, que junto con su esposa, está implicados  en dichos papeles, con cuantiosas inversiones en las Islas Vírgenes Británicas, en donde depositaron más de tres millones de dólares en bonos, tras la crisis mundial de 2008.
Pero antes de situar la posibilidad de que esta hacker se convierta en la primera Ministra de Islandia, con el Partido Pirata a la cabeza, es bueno explicar  la relación filosófica de lo cibernético con lo social y el poder,  que es donde  los hackers entran en una relación con el poder digital y que dependiendo de  esa relación se pueden clasificar.
Hay que aclarar que el sujeto cibernético llamado hacker no es un sujeto que vive incursionando en un portal digital o un correo de una persona por puro placer, sin estrategia bien definida. A lo mejor es un ciberintruso que quiere fastidiar. En el hacktivismo, la política de Anonymous no tiene nada que ver con una cultura delincuencial, sino de lucha por la transparencia y la democracia, aunque muchos puedan tergiversar su visión filosófica y política. Incluso realizar sabotajes digitales y decir que son de Anonymous.
A este movimiento se le conoce por grandes causas como la lucha por la libertad en el Medio Oriente y por la democratización de la información, como el caso Wikileaks.  Hay una gama variopinta de hackers, que dependiendo de su relación con el poder del cibermundo, se clasificarían en empresarios, mercenarios, revolucionarios y anarquistas, entre otros.
No es lo mismo el accionar del legendario hacker Kevin Mitnick que el del empresario Bill Gates. No son los mismos los movimientos de hackers chinos que constantemente enfrentan las redes computacionales de Japón, en recordación de la matanza de miles de chinos en la Segunda Guerra Mundial, que los movimientos de hackers de extrema derecha que libran batallas cibernéticas desde los Estados Unidos contra la China e Irán.
Un ejemplo basta: el hacker de Argentina, Julio Ardita, apodado Gritón, fue apresado por los norteamericanos en 1995  por haberse introducido en  los sistemas informáticos del Pentágono, en  bases militares norteamericanas  y a la NASA. Hoy Ardita, luego de una condena leve, que no implicó prisión, se ha convertido  en un hacker de seguridad informático para los bancos mundiales y otras empresas.
 Los hackers que incursionan en la seguridad e instalaciones nucleares de Estonia, Japón o Irán no son necesariamente hackers mercenarios o criminales, sino que pueden ser  hackers militares de otras naciones o entre ellos mismos, ya que los principales países del cibermundo (Estados Unidos, China, Comunidad Europea) viven en permanente infoguerra o guerra de información.  
El  hacker es un sujeto con formación en el mundo digital, capaz de irrumpir los sistemas de información computarizados, en las redes del ciberespacio, y que no es el único sujeto del mundo digital o cibermundo, ya que encontramos otros sujetos cibernéticos, entre los cuales se encuentran los ciberpolíticos, que pueden ser hackers o no, y participan en las actividades políticas con un dominio en redes sociales y parte de lo que es  la política social digital.
Es, pues, en este ambiente entretejido de redes ciberespaciales que han emergido diversos movimientos sociales, entre los que se encuentran las decenas de partidos piratas, algunos de los cuales cuentan con diputados en el Parlamento Europeo, como es el caso del Partido Pirata de Islandia, con un 43% en la intención de voto, y el cual podría convertir a la hacker y poeta Jonsdottir en la primera Ministra de Islandia.
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 Los  papeles de Panamá comienzan a poner al descubierto algunos de los paraísos fiscales, los cuales eran refugios de inversionistas como: políticos, artistas, deportistas y empresarios. Tal acontecimiento está provocando cataclismos políticos  en algunos países, como el adelanto para este verano  de las elecciones en Islandia, dada la renuncia del primer ministro David Gunnlaugsson,  uno de los implicados en esos papeles.
La indignación de los ciudadanos islandeses (en su mayoría de religión protestante)  abre la posibilidad de que por primera vez en la historia política del cibermundo, un Partido Pirata sea el mayor votado y lleve al poder una hacker como primera ministra de un país europeo. 
         Entre esos liderazgos de hackers sobresale el de Rich Falkinge, que es uno de los creadores de estos partidos en Europa. Como líder del Partido Pirata sueco ha logrado, desde el 2009, tener representación en el Parlamento Europeo.
Sin embargo, es bueno precisar que antes de los papeles de Panamá (Wikileaks 2016), el Partido Pirata de Islandia se perfilaba como el favorito para ganar las elecciones en el 2017, luego de que en  el verano de 2015 lograra derogar el artículo de Código Penal que prohibía la blasfemia, es decir, que si alguien se burlaba públicamente de la costumbre de una religión podía ser condenado a una multa o hasta tres meses de prisión. Tal suceso se convirtió en un ejercicio de la libertad como práctica  y no como una simple teoría formal democrática. Digo como práctica ya que la derogación de dicha ley presentada por este Partido tuvo su lucha en medio del temor de los atentados yijadistas, en el panorama de  los ataques sangrientos contra la sede del semanario francés Charlie Hebdo.
Ahora bien, Jónsdósttir, además de ser hacker, tiene una visión cibercultural fundamentada en  la Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Below. Dicho manifiesto de profunda visión filosófica, no coloca ese espacio virtual (el ciberespacio) en espacio físico, pero tampoco en el conjunto de herramientas tecnológicas, en red de redes (Internet). El signo del poder digital pretende que veamos el Internet y el ciberespacio como sinónimos, con pretensiones de que el sujeto cibernético tan solo se encuadre en el consumo (tecnologías) del poder digital.
Por eso, el manifiesto de independencia que se escribió 8 de febrero  de 1996 en Davos, Suiza, sobre el ciberespacio  es una crítica  al control digital,  a favor de  la libertad de crear y construir por parte de los sujetos cibernéticos los espacios virtuales al margen del poder tecnológico, por lo que el ciberespacio es una nueva forma de espacio, que está en todas partes y en ninguna parte, lo que es seguro que no está en un determinado espacio físico.
Por eso, en su inicio, este manifiesto dice: “Gobierno del mundo industrial, vengo del ciberespacio, el nuevo hogar de la mente (…) Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionadas al silencio o el conformismo”.
Esta filosofía de independencia del ciberespacio  es abrazada por la cultura del hacktivismo, por los movimientos sociales en redes sociales Wikileaks, Anonymous, por los partidos piratas europeos, de los cuales la posible primera ministra Jonsdottir es una de sus principales dirigentes en toda Europa.


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