jueves, 2 de abril de 2015

El hombre dominicano sin atributos: más allá del hombre mediocre, “light” y marginal.


Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
(Francisco de Quevedo)

En la filosofía, la ética implica el hombre auténtico, nos invita asumir un proyecto de  autenticidad en cada millonésima de segundo de nuestra vida, que a la vez nos sitúan con los proyectos de los demás en la sociedad. Nos coloca en valores, en posición de pensar en nuestra vida y de los otros, ya que  somos sujeto – sociedad , y de manera específica no solo somos realidad biológica, sino también realidad moral.  Este sujeto apunta a todas sus posibilidades, asume la verdad, la libera como parte de su proyecto y construcción de vida.  Es la vida como autenticidad  (Sartre) y no como despojo e  inautenticidad.
 Contrario a este ser autentico, existe El hombre mediocre, texto escrito en la primera década del siglo XX por el  intelectual y filósofo José Ingenieros, quien sitúa al mediocre como un ser sin personalidad, inauténtico, sin proyecto de vida y se deja amoldar, domesticar por el poder social.  Quizás no tan intenso que El hombre marginal que apunta a principio del siglo XX el intelectual Robert Ezra Park (1928), cuando decía que el  individuo marginal es un híbrido que vive en los márgenes de dos culturas y de dos sociedades que no están del todo fundidas ni penetradas entre sí. Es un hombre indefinido, flotante, vive sin rumbo específico. Es un sujeto marginal estudiado por Park a partir de las condiciones del inmigrante de principios del siglo XX.
Pero el hombre mediocre y el marginal no pueden confundirse con el  excluido del mundo social y económico, como tampoco con el que vive en la marginalidad de la cultura y la cibercultura, como tampoco con El hombre light (1992) de Enrique Rojas, el cual  es un sujeto superficial, que conoce el mundo, que busca la utilidad práctica, que se deja manipular, se concentra en el bienestar como proyecto de vida, al margen de los valores que se encuentran más allá de lo que es útil y ligero.
Aunque estas tipologías de sujetos no se asoman al trasero del súperhombre de Nietzsche, sus respectivas vidas se orientan,  a reproducir y conservar el  orden social existente, así como el poder social y digital. De una u otra manera tienen algunos atributos, ya que viven con cierta aceptación del mundo y sus cosas, que es todo lo contrario a El hombre sin atributo, el cual en la recreación de la novela de Robert Musil (1880-1942), viene siendo un ser sin cualidades, pero de espíritu racional, que no ignora la realidad pero la asume como intranscendente, sin importancia,  sabe que está ahí, pero no le da valor. Para el hombre sin atributo la posibilidad en cuanto a lo que todavía no se ha materializado y que no existe aún, es lo real. Niega la realidad y asume la posibilidad como realidad.
Como toda novela de valor El hombre sin atributos  es creación, imaginación, forma de situarnos y situar en lo social, en lo cultural, de ahí que este tipo de hombre es mucho más que el hombre mediocre, light, marginal.
De ahí que este hombre sin atributos se puede pensar, repensar y encontrar en nuestra cultura-lengua-sociedad, ya que es  una especie de Político o Juez, que defiende la impunidad, vive de la corrupción, es un espécimen raro, sin valor, sin ética profesional y sentido de la historia. Vaciado de significado, se convierte en espectro aterrador y autoritario. Desprecia el trabajo, la productividad, se burla del sistema de producción, del trabajo social y la familia. Como no tiene cualidades, los sucesos, la historia, son irrelevantes, vive la vida como posibilidad no como realidad.
Es un bisonte del Partido o de la Magistratura, carece de cualidades, excepto la musaraña de un ser fragmentado por la pobreza y el gansterismo. De ahí que ignora lo que es el valor y vive en la banalidad, sin atributos, sin condiciones culturales, sin responsabilidad por lo social, es un corrupto poderoso de cuello blanco que se burla de la sociedad.
Ante esos tipos de hombre, específicamente el hombre sin atributos, del poder y lo poderoso, se contrapone El hombre rebelde, estudiado por el filósofo Albert Camus, quien muriera en 1960 en un accidente automovilístico.  La rebelión que encarna , no es efímera, sino permanente, fluye con su crítica no solo con visión filosófica contra el arte y el saber establecidos como verdad y totalidad, sino con visión política  contra la imposición de la injusticia, de procedimientos jurídicos, que no van con la convivencia social. Como sujeto, vive en el decir y hacer, su ejercicio de vida es la libertad en contra de la tiranía.
 El hombre rebelde es constante, no efímero, está contra el saber–poder establecido, es crítico por naturaleza,  manifiesta su malestar e inconformidad con situaciones dada en la sociedad,  de ahí su sintonía con condiciones revolucionarias, de cambio, de propugnar por transformaciones en las reglas de juego cultural, político y social, en la especificidad en que vive.
En tal sentido, este hombre rebelde entra en la lucha contra el poder  clientelista y patrimonialista que ha predominado en la República Dominicana desde su fundación. Por eso, que no puede asumir el silencio ante el caso de “El  No Ha lugar” de Félix Bautista por parte del Juez Moscoso Segarra, el cual pretende que la sociedad y la justicia olviden el expediente de más de 600 páginas y  que se olviden del juicio de fondo,  en el que tiene que explicar, cómo con una declaración de bienes de $547 mil pesos y con un salario de 57 mil pesos mensuales, como director de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE), ha llegado a depósitos bancarios, a transacciones bancarias de 25 mil millones de pesos y por los cuales fue sometido, por la Procuraduría General de la República y la Procuraduría Especial de Persecución a la Corrupción Administrativa. 
Este hombre sin atributos, no tiene capacidad de observación,  ya que vive en la posibilidad y no en la realidad. Vemos cómo ante un panorama convulso, de indignación social, de repudio, en que vive el país, después que el 28 de marzo se dictara el “No Ha Lugar” al expediente de Félix Bautista, este comienza a celebrar, cantando y riéndose de la sociedad. Más aun, el miércoles 1 de abril tiene el descaro de escribir un artículo  en el periódico Listín Diario, que se titula: “Reflexiones en la Semana Mayor”, en donde dice que hay que aprovechar este tiempo para crecer espiritualmente para amar y perdonar, en vez de odiar.  Escribe este palabrerío de sonajero, sin que medie una idea propia, característica del hombre sin atributos.

De ahí que  ante los hombres sin atributos, que justifican ese estado de situación, un hombre rebelde, tal como lo abordó Camus, le dice no a la impunidad, a la injustica social, ya que la libertad no es una teoría, sino un ejercicio, una acción, un verbo, no un sustantivo. 

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